En resumen, me he sentido como un perrete chico.
Si hubiera apuntado el número de veces al día en que algún señor me hacía "muchh muchh" como si llamara a un can tendría una libretilla llena de palitos.
Y más de una grosería.
Lo peor los hombres viejos. Esos se cruzaban en mi camino para meterse en toda mi cara a decir "chica guapa", invadiendo mi espacio personal sin ningún reparo. A alguno, además de ignorar vilmente, daban ganas de responderle "y tú hombre feo". Pero tampoco es así como se solucionan siglos de mala educación en el uso y abuso de la mujer como objeto para el disfrute del hombre a su antojo.
Claro, que la turistilla despistada tampoco ayuda a la re-educación. A más de una vi casi ser atropellada por sonreír embobada a los piropos que recibía con el cuello a punto de los 180º.
Cambiar la idea de las mujeres de ser simple carnaza a personas merecedoras de respeto y dignidad en el imaginario colectivo es un trabajo que nos corresponde a TODES.
Escasez, en muchos otros sentidos... Para quien le interese saber de aquello. De alimentos, de materia prima, de medicamentos... De libertad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario