25 de mayo de 2019

¿Tus necesidades o las mías? II

¿Qué van primero? ¿Tus necesidades o las mías? ¡Las de todes!
Pues no.


Esta es la segunda parte. La primera la puedes leer aquí.


Decía en mi anterior entrada que todos los límites son legítimos, sin importar si son elegidos o impuestos. Pero, ¿qué pasa con las necesidades? Está claro que todes tenemos necesidades y su variedad es válida en cualquier caso.

Se me ocurren excepciones que tienen que ver con la forma de cubrir las necesidades, más no con el hecho de tenerlas. Por ejemplo: todes necesitamos intimidad física, algunas personas buscan cubrirla con menores de edad.

En el Ejemplo 2 que di, recordemos:

Persona A tienen una crisis emocional y necesita apoyo inmediato, se lo solicita a persona B en exclusiva (límite positivo y duro). Persona B se encuentra en una cita planeada con persona C. Persona B necesita atender la crisis emocional. Persona C necesita estar acompañada.

Aquí, las opciones disponibles las delimita la persona A, al marcar un límite duro. Solo hay tres. B se va a acompañar la crisis de A y la necesidad de C se queda descubierta (dos personas satisfacen su necesidad). B se queda con C y descubre la necesidad de A (una persona satisface su necesidad). B no acompaña a A ni a C (nadie satisface su necesidad).

Un factor que se tiene en cuenta con frecuencia -y no fue distinto en esta ocasión- es que unas necesidades parecen tener prioridad sobre las otras.

¿Quién elige eso? ¿Desde qué autoridad? ¿Cómo se mide cuánta necesidad?

Desde la filosofía utilitarista, no hay duda. La primera opción es la opción moral. El mayor beneficio para el máximo número de personas. Yo no soy utilitarista, porque las consecuencias a largo plazo son imprevisibles. 
Ejemplo: B acompaña finalmente a A, pero no soluciona la crisis porque no está en sus manos. O, C sufre una crisis emocional al verse desacompañade y sin nadie a quien acudir a esa hora. El "bien total" es inconmesurable.

El poliamor es, además, por definición una ética deontológica. Está basado en principios. Qué es lo responsable, qué es lo honesto, qué es lo bueno para todes aquí y ahora. Nos puede parecer un lío averiguarlo, pero ese es el compromiso al nombrarnos como tal.

Si recordamos la pirámide de Maslow hay una jerarquía de necesidades humanas supuestamente definida. Pongamos que nos guiamos por esto.

Parece claro y contundente asumir que el bienestar físico (respirar, comer, beber, dormir o resguardarse) está por encima de lo emocional, o... ¿Lo está? Es al fin y al cabo un asunto de supervivencia. Vamos a decir que sí. Lo importante aquí es que Maslow está hablando siempre de la prioridad en las necesidades cuando se trata de cubrírnoslas a nosotres mismes. Es una mirada individualista de la que peca con frecuencia la psicología.

En ejemplos como el que menciono -y muchos otros dilemas de las relaciones interpersonales- el conflicto viene de nuestra interdependencia. Necesitamos de otres para cubrir esas necesidades y depende de elles cuándo, cómo y de qué manera resolverlas.
Es en este momento cuando la responsabilidad afectiva se vuelve fundamental, porque a la hora de decidir qué necesidades priorizar, entran en juego absolutamente todas las dinámicas de poder sistémicas de las que es imposible escapar. Lo personal es político.

Cuando tengo una necesidad de afecto, y a la vez otra persona en mi red también la tiene... ¿Quién cubre esta necesidad? ¿Cómo elige cubrirla? ¿En qué orden? 

¿Será que lo que estamos midiendo es acaso... Vulnerabilidad? ¿Se puede medir la vulnerabilidad?
Yo creo que no. 

Para mí, una de las propuestas fundamentales del poliamor es volvernos firmemente conscientes de los momentos en los que somos nosotros (soy yo) quienes elegimos qué necesidades cubrir y cuales no. O qué necesidades atender primero. Estar muy alerta de en qué momentos me encuentro en el "privilegio" (la responsabilidad también se puede sentir como una carga) de escoger cubrir una, dos o ninguna necesidad. Ver si el sistema me está poniendo en la situación de medir lo abstracto y subjetivo: la vulnerabilidad ajena. Para así romper la dinámica de competencia por los afectos. Si solamente hay una persona en posición de cubrir la necesidad de acompañar a varies, organizarnos colectivamente para que nadie quede sin atención. Y reconocer, además, que la decisión final parte del deseo. Asumir honestamente que no se trata de ningún principio de superioridad moral sobre quién merece más que sus necesidades se cubran; sino que soy yo quien deseo dedicar mis atenciones prioritariamente a alguna persona en concreto me parece un aspecto fundamental de la responsabilidad.

De cualquier otra forma, estamos invisibilizando y borrando. Creando inequidades o reproduciendo las desigualdades sistémicas que puedan existir ya. Quedan en los márgenes quienes no quieren o no pueden seguir reclamando afecto de forma competitiva y violenta.

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