4 de junio de 2019

¿Qué hay dentro de un nombre?

¿Qué hay dentro de un nombre? Que lo que llamamos rosa por cualquier otro nombre podría oler tan dulce.
O tan amargo.

Cuando conocí esto del poliamor pensé, como he visto hacer después a mucha otra gente al ser yo quien les explica de qué va esto: «Wow, ¿dónde había estado escondido este concepto toda mi vida? Ahora sí que tengo la respuesta». Fue uno de esos momentos "eureka" en los que me pareció entender por qué no encajaba, y creer que a partir de entonces sería más fácil relacionarme. Visto está que no es tan sencillo. Y esta advertencia se la damos a cualquiera que nos escucha. Parece una revelación ahora, pero poner en práctica esta filosofía es otro cantar.

Llegar a acuerdos, ser honeste y responsable en las relaciones íntimas suena genial; pero en el día a día nos enfrentamos a decisiones complejas en las que no es tan fácil saber qué es lo correcto. Y, sobre todo, en las que "lo correcto" no siempre corresponde a "lo deseado". O en donde la costumbre se lleva la mejor parte y acabamos revirtiendo a dinámicas dañinas para nosotres y quienes nos rodean.

Yo -como a mucha otra gente que nos gusta dárnoslas de interesantes- suelo decir que nunca he sido realmente monógama. Una larga lista de folla-amigos que efectivamente eran buenas amistades con quienes dejaba de acostarme cuando se echaban novia, gente que tenía en "rotación" durante meses, alguna pareja estable a la que engañé y alguna otra con la que intenté tener una "relación abierta", todo bastante lejano de la idea de juntes para siempre en búsqueda de la familia nuclear.

Realmente conocí el poliamor, como término activista, hace algo más de 3 años (en enero o febrero de 2016). En ese momento no entendía que era un activismo. Creo que mucha gente en la comunidad tampoco lo asume como tal. Y supongo que para algunes no es más que una práctica, un estilo de vida o como mucho una identidad relacional. Al fundar Poliamor Bogotá tampoco entendí el alcance de plantear el poliamor como un activismo. Sin embargo lo es. Tiene un enfoque muy educativo en sus espacios, por eso pasa bajo el radar. El poliamor ofrece espacios de auto-conocimiento y de educación en inteligencia emocional. Ofrece herramientas para las relaciones que son universales. Esto confunde.

Sin embargo, el poliamor es sin duda un activismo. Los activismos se definen por marcar el "deber ser", y lo hacen en oposición al "deber ser" hegemónico. La educación, en cambio, muestra la diversidad de opciones disponibles. 

¿Alguna vez has pensado «no soy buen poliamorosx»?

(Que no lo digo yo, os lo dice un meme).

¿Contra qué criterios estabas midiéndote? 

Celos mal, cazar unicornios mal, swinger mal, saberse perfectamente la teoría bien, cuidar a todes aunque no te quede tiempo ni para vivir bien, promiscuidad -depende a quién preguntes...

Si se puede hacer bien, es porque se puede hacer mal. Dividir cositas entre el bien y el mal se llama sistema moral. Y, ¿quién define eso? La comunidad. Creer que nuestra definición del bien y el mal es mejor que ninguna otra es... Bueno, ¿qué te parece a ti que es? 
Estamos creando, querámoslo o no, un sistema moralizante que domina a través de refuerzos positivos y negativos: la culpa, la exclusión, el reparto de afectos y atención, el sentido de pertenencia, etc.

Repetimos como robots en las charlas: «¡Son relaciones a la medida! Aquí no hay una forma correcta de hacerlo, hay muchas». No es verdad. En nuestros entornos privados, en las experiencias que enfrentamos día a día, se evidencia un impulso macondiano hacia promover formas muy concretas de vivir el poliamor que son las que la "teoría" indica además de las más "avanzadas". Está de moda ir, cada día, un paso más allá. Lo que se incentiva en los círculos privados es ser quien más sabe de poliamor, quien más amores libres tiene y menos exclusivos son. Hablar de celos está mal y la jerarquía es caca. La inseguridad, aunque tenga una razón legítima de existir porque vivimos en un mundo hostil o el vínculo pontencialmente haya contribuido a crearla, tampoco.

Lo interesante de esto es que las mismas personas que promueven un poliamor perfecto, inmaculado, impecable y fiel a todos sus principios de desjerarquización, feminismo, no-posesividad y plena conciencia iluminada son individues que están lejos en su práctica de lograrlo. Gente que evidencia en sus prácticas irresponsabilidad afectiva hacia otres, que rompe acuerdos sistemáticamente, que invisibiliza las necesidades ajenas para obtener cobertura a las suyas propias.

Yo, siendo así, cada vez me siento menos poliamor. No soy monógama tampoco, eso está claro, pero me niego a formar parte de un colectivo dogmático y ciego a sus propios errores.

Es lo mismo, pero con otro nombre.

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