19 de junio de 2019

Duele tanto que quema

Desde que te solté, me ha dejado de doler la cirugía. Así de somatizado tenía el dolor de sentir y creer que sólo valgo tanto como el placer que darte podía. Y no era mi imaginación, porque habías repetido en varias ocasiones frases que, amparado en el poliamor, ligaban mi potencial orgásmico a tu compañía.
«Si hay que esperar una semana más para follar, entonces sí que voy a buscarme a otra».
Búscatela, te dije todas las veces, pero no me hagas sentir que es condicional a mi capacidad de satisfacerte.
«Ay, tienes que aprender a entender una broma».
Ya, quizá.

Me duele y quema saber que yo podría haber sido más independiente. Que siempre podrás reprocharme haber pedido demasiado. Responsabilidad versus libertad. Compromiso o autonomía.
Que mi deseo, Eros, quiso ser egoísta y no tenía -a ratos- interés en picotear.
Me duele perder las noches de fiesta en Asilo ligando con otres mientras mirabas.
Me duele dejar de ver tus "me gusta" primero porque Facebook no reconoce ya tu proximia.
Me duele no ser más en quien confías para desahogarte.
Me duele despegarme de tanto dolor al que me había vuelto adicta, por masoquista.
Me duele admitir que yo, también, lo estaba creando al insistir en cambiarte. Cuando claramente, pese a saber que me causabas dolor, tú no querías.
Me duele que me alejes, aunque sepa que es lo mejor.
Me duele ser una más.
Me duele el miedo a hablar. Pensando que no seré creída.

Porque soy yo, finalmente, la que se ofusca si no lleva la razón. La que necesita siempre validación. La que levanta la voz con pasión cuando argumenta. Quien no sabe controlar su emoción. 

Pensé que no aguantaba tanto dolor. Que no cabía en mi cuerpo ni un ápice más. Que me rompía.
Pero era tu maltrato con lo que no podía. Se han erosionado, sin darme cuenta, todos los límites duros y blandos de mi autoestima. No me has pegado jamás, no si yo no quería. Pero muchas veces he pensado: «Si saca su rabia durante la sesión, será más amable conmigo en el día a día».

Me has convencido que nadie me querrá como tú lo harías: «Ojalá encuentres a alguien que te vea a través de mis ojos». Me has dicho más de una vez después de largas ristras de halagos que ni yo misma creía.
¡Cómo no ser dependiente a ese amor que te promete ser mejor que ningún otro!

No más. Dije por fin. Y otra vez me has castigado con tu rabia, rencor e ira. Nos prometimos seguir cuidándonos y -por no querer sufrir más- me invalidas.

Pero estoy rodeada de amor. Me quiero a mí y a toda la gente que me acompaña. A mi madre,  mi hermana putativa, a la mujer con la que me casé, a mi espejo-alma paralela, a las nuevas relaciones que estoy empezando, las amistades de cerca y de lejos, a quien me apoya aun sin tener ni idea y a mi "ex". Gracias.

No te odio. Te ámor. Por eso te deseo que veas, también, a través de la frustración y el dolor.
Y sigo firme en la decisión de estar aquí para ti, aunque sea de otra manera.

No quiero crucificarnos, aunque mi cabeza trate de reprocharme todo lo que podría haber hecho distinto. Escribo para sanar.

Confío en que podemos hacerlo de otra manera. No seguir alimentando la guerra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario