12 de junio de 2017

Poliamorosa y... ¿Arromántica?

¿Qué?

Bueno, este es otro artículo sobre cosas que no tienen que ver con el feminismo. O al menos no de manera estricta, porque tengo el convencimiento de que toda deconstrucción de la mononorma bien planteada es feminista. Pero esa es otra historia.

Y ahora al tema. Es algo que me lleva rondando un tiempo la cabeza, y se me ocurre que no hay mejor manera de aclararlo que escribiendo unos párrafos: ¿Se puede ser poliamorosa y arromántica?

Desde que pasé la "edad del pavo" (nombre con el que se describe en España la etapa previa a la adolescencia), no he comprendido del todo la palabra "enamorarse". No entiendo a qué se refiere la gente al decir "mariposas en el estómago". Y mucho antes de saber qué eran, empecé a renegar de la mayoría de mitos del amor romántico, entre ellos eso del "amor a primera vista".

Así, al conocer el poliamor y sus variantes, me encontré ante un dilema. 

El esquema era, en muchos sentidos, absolutamente todo lo que había buscado e incluso necesitado sin saber. 
Tras haber sentido durante toda mi vida relacional que el modelo normativo no me aportaba la satisfacción que la cultura insiste debemos encontrar en la gran, única y especial relación monógama de nuestras vidas; descubrí que el fallo no estaba en mí sino en un sistema que niega cualquier otra alternativa.

Además, a través del poliamor encontré herramientas para mejorar significativamente mis relaciones. Mejor comunicación, más cuidados, gestión de emociones complicadas, la panacea. Profundicé en el feminismo. Y generé vínculos con una comunidad que me aportó en otros terrenos, como el espiritual. Incitándome así a no querer soltar esta idea nunca...

Pero sigo preguntándome, ¿se puede ser poliamorosa y arromántica
Es una pregunta teórica. Porque, a nivel práctico, la duda no me ha impedido seguir teniendo relaciones. Muchas felices y exitosas, otras no tanto. Pero no por esta razón (¿o sí?).

La cuestión es la siguiente, para mí el arromanticismo incluye dos componentes:

  1. Negar el amor romántico. Básico para muchas (si no todas) las personas poliamor.
  2. Negar el enamoramiento. Creo que a este sentimiento le ha pasado algo similar a los celos. Metemos en la misma categoría un montón de cosas que para mí son discernibles (atracción sexual, nervios, ganas, síndrome de abstinencia de los químicos que te produce el último revolcón, afectividad, confianza, compenetración... ¿sigo?)
Y bueno, pues no es que no haya estado enamorada nunca. A menos que me equivoque sobre lo que es y falte algo en mi descripción. Es que no le achaco a ese conjunto de emociones y estímulos el halo mágico que la sociedad le impone. Por tanto me resulta más difícil experimentarlo como un conjunto. Al final, es lo de siempre, empiezas por ponerle nombre a cada tipo de lluvia y acabas viendo caer el agua de mil formas diferentes.

Creo, pienso, opino... Que en el poliamor todavía se cree en el enamoramiento como ese sentimiento mágico. Como algo más que el conjunto de sentimientos derivados del amor sexo-afectivo. Y siento deciros, querides polis, que suena a ideal romántico. Pero no de velitas y cena. Sino del chungo.

Así que acabo esta reflexión con las ideas un poco más claras. Sí se puede ser poliamorosa -o anarquista relacional en mi caso, o cualquier otra variación de la no-monogamia consensuada- y arromántica.

6 de junio de 2017

La Reconquista

Esto va de amor romántico.

Solía yo, en mi relación monógama que se hacía pasar por otra cosa más liberal, indignarme a raudales si mi amor no venía tras de mí en plan culebrón a intentar resolver el entuerto cuando me marchaba cabreada de una discusión.

Nunca, ni una vez, se dio el caso que al irme enfadada -después de dar un par de voces o decir alguna frase hiriente- saliera en mi búsqueda esta persona. Con el tiempo, aprendí que esa técnica novelesca no iba a surtir efecto para lograr mayor atención y, en su lugar, intenté comunicar de otra forma mis necesidades.

Ahora, creo que me hicieron un gran favor.
Esto de salir corriendo detrás de alguien [metafórica o literalmente] que nos está diciendo que no nos quiere, que hemos hecho algo mal, que nos grita o nos desprecia es un hábito aprendido de la omnipresente cultura del amor romántico. Porque el amor lo puede todo. Todo lo puede vencer, cambiar y superar.

Y no hacerlo, por el contrario, es una muestra de respeto hacia une misme y hacia el otre. Nos respetamos a nosotres mismes al no volver a la persona que nos está diciendo que no nos quiere a su lado, o que de alguna manera nos lo demuestra con el trato. Y respetamos a la otra persona al no imponer nuestra presencia en alguien que nos indica que no la desea.

¿Es igual en el caso de que no haya gritos o desprecio?

Más aún.
Cuando alguien nos dice, desde la mayor amabilidad posible, que no nos desea a su lado, los intentos de reconquista siguen siendo rezagos de la mítica cultura del amor romántico.
El amor bondadoso, y el respeto hacia los sentimientos de la persona que nos comunica esa necesidad, indican como ideal cesar toda insistencia y escuchar sus deseos. El respeto hacia une misme y la propia auto-estima, igualmente, señalan que la mejor ruta es aceptar la decisión de la otra persona y desistir cualquier intento de cambiar su parecer que pueda ponernos en la posición de estar imponiendo nuestra voluntad a la de alguien que ya no nos desea. Por difícil que sea.

Por qué, entonces, tanta gente continúa sucumbiendo a la necesidad de pedir "otra oportunidad" o pedir "perdón" a la desesperada, incluso cuando no se les acusa de nada. ¿Os ha pasado que, cuando eso no surte el esperado efecto de haceros cambiar de opinión, empiezan a culparos de injustas o inmisericordes? ¿O de ser pendenciera?
¿Qué mecanismos llevan a estas personas a querer seguir en relaciones a todas luces sin futuro, ya que no hay deseo de una parte?

Podría ser simplista y decir que son cosas como el miedo a la soledad, la (co)dependencia, o contar únicamente con herramientas de chantaje emocional para relacionarse...

Pero la variedad de relaciones y situaciones en las cuales me he topado con este afán de reconquista me obliga a pensar que hay algo más. Algo sobre la forma en la cual enmarcamos las relaciones. Como la idea de que deben ser peleadas hasta la muerte, aunque ya no quede nada de la razón que unía a las personas que la conforman. Pura mitomanía tendiente a mantener a gente que no se aprecia y puede incluso ser abusiva entre sí, unida.

YO, POR SI ACASO, MUTIS.