6 de enero de 2017

Discriminación

Esta entrada tiene menos que ver con la igualdad de la mujer y más con otros colectivos a los que pertenezco. Pero, puesto que el feminismo se ha aliado históricamente con el movimiento LGBTI y ha traído consigo una corriente de autonomía erótica femenina, aquí va. Además, necesito desahogarme.

He mencionado el poliamor brevemente con anterioridad, quien tenga interés en conocer más puede visitar mi nueva página de Facebook.
Esta es una filosofía y una práctica que suscribo y defiendo activamente. Desde que conocí a fondo sus premisas, me parece la opción mas indicada para mi manera de sentir. Además, tuve la inmensa oportunidad de experimentar brevemente un periodo de poliamorío exitoso. Y crear vínculos con gente que lo practica en relaciones a largo plazo, llegando a convivir y formar familias felices con descendencia. Por tanto, también sé que en la práctica funciona.

No descarto al 100% volver a tener una relación monógama en algún momento de mi vida, aunque la última vez que lo he intentado me he sentido totalmente atrapada por los constructos de lo que se espera de mí en ella. Y, más allá de eso, mi visión del (poli)amor implica una imposibilidad de llevar la monogamia sentimental a la práctica en el sentido estricto de la palabra. Dado que en mi entendimiento del amor como algo universal, fluido, sin encasillamiento de si una persona es amistad, familiar relación sentimental, sexual, platónica o una mezcla de varias no se contempla la diferenciación de poner a un amor por encima de todos los demás; algo que se suele esperar en la monogamia y muy propio del mito del amor romántico.

Pero a lo que iba... Parte de mi base de principios es la honestidad. Y para qué engañarnos, soy de esas personas que les cuesta quedarse callada si opina distinto, si se hace una pregunta polémica sobre algo, y a las que en general les gusta debatir. Así que cuando descubrí esto sobre mí misma fue muy importante tanto salir del armario con mi familia como hablar de ello abiertamente cuando el tema de la monogamia surge en conversaciones esporádicas.
No me malentendáis. Tampoco voy por el mundo de abanderada sacándole el cuento del poliamor a todo el que viene a casa a comer. Pero sí que, si alguien pregunta o saca el tema, contesto e intento resolver lo mejor que puedo las dudas que inevitablemente surgen ante la sempiterna incredulidad del oyente.

Y es en estos momentos que empiezan mis sentimientos a volverse una bola de impaciencia, frustración, soledad, ira y hasta dolor. Porque el ser blanque/caucásique, de clase social acomodada, no está en general demasiado acostumbrade a vivir en carne propia la discriminación. Lo nuestro es más el privilegio. Siendo europea, y habiendo vivido en EEUU, ni siquiera desde el perfil mujer bisexual he tenido muchos problemas -no es la orientación que más en serio se toma, pero se respeta-.

Por ello, no me acostumbro a las reacciones y comentarios que la conversación del, poliamor conlleva, desde el totalmente respetable:
- Uy no, eso no es para mí.
Pasando por caras de asquete y confusión de grado diverso.
Y llegando hasta su máximo exponente: el argumento. El argumento en contra del poliamor puede parecer una cosa innocua. En muchos foros, cuando el propósito es debatir sobre diferentes perspectivas desde la inclusión y partiendo ya de la aceptación, el argumento en contra puede ser de gran valor.
Pero en un entorno social informal en el que se parte de la curiosidad de conocer más sobre una "nueva" idea de la cual nunca se ha oído hablar... Que alguien me explique por favor, ¿qué valor tiene el argumento en contra? Más allá de acallar la disidencia, imponer la normatividad y evitar el esfuerzo mental de escuchar ideas diferentes con la mente abierta.

Considero esto el éxito máximo de una programación social, que no solo nos educa en amoldarnos a lo esperado sino también en pastorear a cualquiera que intente salir del rebaño.

Este modelo de discriminación para la re-educación (es decir, te hago razonar para que veas lo erróneo de tus creencias), me parece incluso más grave que otras formas más violentas que he vivido ya también -por desgracia-. Que me digan casquivana me parece un recurso realmente vago, perezoso en comparación.

En un momento de la cena la mujer en el matrimonio de turno, al empezar a escuchar mi explicación, le dice a su marido por cuenta e iniciativa propia
- Ah, eso puedes hacerlo, a mi no me importa que estés con otras.
Y alguien me espeta:
- ¡Rompe-matrimonios! 
O algo así, en supuesto tono de guasa, pero qué más da, me da vueltas todo. El daño ya está hecho.
Porque, si dos personas adultas en una relación monógama consensuada deciden de mutuo acuerdo salir de la normatividad y abrirla, OBVIAMENTE la culpa (¿de qué? no lo tengo aun muy claro) es de la persona que les ha comentado la posibilidad de una alternativa. 
¿Por qué?
Por hereje.
[Notable decir, que ella cambia inmediatamente de opinión en cuanto averigua que el poliamor no es lo mismo que el swinging. Curiosísimo como somos capaces de dejar de lado nuestra exclusividad sexual antes que el monopolio sentimental sobre otras personas, para que luego digan que los celos son una evolución del instinto procreador].

2 de enero de 2017

La Habana

En resumen, me he sentido como un perrete chico.

Si hubiera apuntado el número de veces al día en que algún señor me hacía "muchh muchh" como si llamara a un can tendría una libretilla llena de palitos.
Y más de una grosería.
Lo peor los hombres viejos. Esos se cruzaban en mi camino para meterse en toda mi cara a decir "chica guapa", invadiendo mi espacio personal sin ningún reparo. A alguno, además de ignorar vilmente, daban ganas de responderle "y tú hombre feo". Pero tampoco es así como se solucionan siglos de mala educación en el uso y abuso de la mujer como objeto para el disfrute del hombre a su antojo.

Claro, que la turistilla despistada tampoco ayuda a la re-educación. A más de una vi casi ser atropellada por sonreír embobada a los piropos que recibía con el cuello a punto de los 180º.

Cambiar la idea de las mujeres de ser simple carnaza a personas merecedoras de respeto y dignidad en el imaginario colectivo es un trabajo que nos corresponde a TODES.

Escasez, en muchos otros sentidos... Para quien le interese saber de aquello. De alimentos, de materia prima, de medicamentos... De libertad.