25 de marzo de 2018

El bulo de la igualdad

Comenzaré por aclarar que este, como muchos otros de los textos aquí, no será un escrito sobre feminismo. Aunque tangencialmente incumbe al tema.

Explicaré además, ya que no lo he dicho antes, que para mí la palabra POLIAMOR puede y debe emplearse para reivindicar todas las no-monogamias consensuales (sí, hasta el repudiado estilo de vida swinger, si me apuras). Por la misma razón que la lucha por derechos LGBTIA+ se fortalece mediante la unión de sus diferentes facciones. El poliamor se beneficia mucho más de presentar un frente conjunto que de la división constante de colectivos que reivindican la diferencia entre la anarquía relacional y el poliamor [jerárquico, igualitario, no-mixto, ¿vegano?].

Creo que esos debates son fundamentales, a nivel teórico y para la construcción colectiva e individual de las relaciones. Pero en la escala macro-social de las cosas, a nadie le importan. El sistema heteromonogamocisnormativo no se va a parar a escuchar a tropecientos colectivos distintos. Por eso, incluso una sola identidad como la palabra QUEER podría reivindicarnos a todes. Pero divago. El punto es que me referiré al poliamor como término inclusivo a la NMC.
Y añadiré que, por mucha rabia que nos de la moda del término, es algo que desde la perspectiva del activismo nos favorece.

Ahora sí, al grano.

He notado con cierta preocupación un patrón de ingenuidad en la comunidad poliamor. Algunas personas ya leídas e instruidas sobre el tema -pues no es un secreto que para entender de qué va esto hay que hacerse un mini-master en textos de Golfxs, la Vasallo, Ética Promiscua, etc.- demuestran estar firmemente convencidas en que el poliamor implica llegar automáticamente a un nirvana de igualdad o equidad.

Y, pues NO.

Hay muchos artículos mejores que este que explican la inmensa carga sociocultural con la que entramos al poliamor. Aquí un resumen y aquí la versión extendida de Natàlia Wuwei que hablan de todo esto. Este otro de Coral Herrera también trata sobre el tema.

Las jerarquías de poder humanas son algo que pocos necios se atreverían a negar. Existen desde la Edad de Bronce. Sin embargo, muchas personas insisten en cargar al poliamor -y todos sus espacios contiguos- con la responsabilidad de ser más y mejor que el resto de entornos sociales. ¿Por qué? ¿Mediante qué hechizos tendría que ser repentinamente disuelta una estructura de 5.000 años de antigüedad? ¿A caso estas personas caen en el mito de creer que son superiores al resto de mortales y -simplemente por declararse poliamor- se libran de los vicios del resto?

Verdaderamente, no lo comprendo. La Vasallo lo llora y grita mil y una veces. Pero nadie escucha. En el poliamor no basta con declararse serlo y ya está. Cruzo la puerta del armario y he llegado a un mundo mágico donde todo lo que odiaba del anterior deja de existir. Si yo no me trabajo las cositas, si no nos trabajamos todes esas mierdas ligadas a las estructuras de poder, siguen ahí. Dentro de nuestros espacios tan seguros y especiales. En nuestras relaciones.

Más aún, asumir que deberían desaparecer por arte de birlibirloque le hace un flaco favor a la comunidad. Ya que presenta un argumento falaz, pensando que si se cuelan estructuras de poder en los entornos seguros es por obra y causa de personas concretas exclusivamente.

Este comportamiento evita preguntas interesantes como: «¿Qué podemos hacer para resolver esto?» E insiste en preguntarse: «¿Quién no está cumpliendo el ideal?» o «¿Quién es culpable de que esto exista?» como si encontrar al chivo expiatorio pudiera solucionar un problema estructural.

Por supuesto, existen personas a quienes es necesario señalar por abusos reiterados en la comunidad.

Sin embargo, al hacerlo nos olvidamos de que todes ejercemos poder sobre otras personas y tenemos la capacidad de oprimir. Si nos olvidamos con una expulsión cada cierto tiempo de nuestro propio lugar en la jerarquía, y de cuestionar en momentos de calma cómo funcionan estas dinámicas, seguirán reproduciéndose inevitablemente.

Fuera, y dentro de nuestro sagrado poliamort.

Yo, además, meto el dedo en la yaga repitiendo lo que dice Coral. Muy difícilmente vamos a desmontar en dos o veinte décadas lo que lleva ocurriendo doscientas. Intentarlo está bien, está genial. Pero me resulta mucho más interesante tratar de utilizar mi privilegio y mi lugar desigual en la jerarquía de forma positiva que intentar negarlo constantemente. El esfuerzo por acabar con la existencia de estas estructuras es válido, pero debe comenzar por aceptarlas en nosotres mismes. Es imposible cambiar un sistema que forma parte de ti negándolo.

Por ello, creo más práctico y realista lograr que aquellas personas con poder sobre mí (hombres, gente con más capacidad económica o personas neurotípicas, por ejemplo) colaboren y soliciten lo necesario para hacer posible mi inclusión y acceso a derechos y privilegios; que la demanda de que estas personas automáticamente se encuentren en el mismo escalón social que yo.


Mi inspiración:
«Pero... Si creemos en la anarquía relacional, ¿no deberíamos ser todes iguales?»