25 de noviembre de 2019

Hoy muero de pena

Hoy estoy de luto. Lloro sangre. Me puede la tristeza.


Mi feminismo está en construcción, siento que no me pertenece esa palabra. Hay quienes saben más que yo, me abruma la riña continua de egos activistas.

Pocas marchas he acompañado, pero esta la camino con rabia. Si todavía me bloqueas, eliminas y rechazas es que no has entendido nada. No soy yo la mala. Por levantar la voz contra tus violencias. No soy yo el monstruo. Por hablar sobre tus golpes. No soy yo tirana. Por reclamar espacios seguros.

Si te vendas los ojos, me ignoras o miras para otro lado, jamás aprenderás nada.

10 de octubre de 2019

Espacios más seguros

Allyson Mitchell and Paul Campbell Installation, Granny Square Wreck Room, Gladstone Hotel (2005)

En el activismo mencionamos con frecuencia el término espacio seguro a modo de reclamo para que las personas se sientan tranquilas y cómodas en los talleres, charlas y conversatorios. Creo que es necesaria una discusión en profundidad sobre este concepto, cuyo significado a veces asumimos sin que exista verdadero consenso al respecto.

Este texto pretende hacer un análisis completo a la par que breve. Por ello se asumen en él una serie de asuntos que son tangenciales al tema en cuestión: el conocimiento del contexto sociocultural en el que nos encontramos, una idea básica sobre el feminismo, una comprensión de la diversidad de identidades de género y orientaciones sexuales, entre otros.


Me surgen las siguientes preguntas, que abordaré una por una:
  1. ¿Qué es un espacio seguro?
  2. ¿Por qué hacer de un espacio activista un espacio seguro?
  3. ¿Cómo se accede al espacio seguro?
  4. ¿Quién garantiza la seguridad en el espacio?
  5. ¿Qué acciones y herramientas tenemos para mantener la seguridad en los espacios?
  6. ¿Qué acciones hacen que un espacio deje de ser seguro?
  7. ¿Qué opciones tenemos para reconstruir el espacio seguro?

1. ¿Qué es un espacio seguro?

Wikipedia tiene un breve artículo en inglés que concuerda con mi pensamiento. Los espacios seguros se crean con la intención de proveer entornos libres de juicios de valor a comunidades víctima de discriminación en la sociedad general. Por tanto, es fundamental distinguir entre un espacio seguro y un espacio libre de juicios de valor. El espacio seguro no es una terapia humanista, donde toda afirmación será recibida positivamente. El espacio seguro está pensado para proteger contra acciones, comentarios, opiniones e ideas que puedan potencialmente erosionar los derechos de un grupo minorizado. Es un espacio de acción afirmativa en el cual se priorizan las voces de aquellas personas que son ridiculizadas, cuestionadas y silenciadas en otros entornos.

Los espacios seguros nacen de aceptar y reconocer que los entornos normativos son insuficientes e inadecuados para atender las necesidades (sociales, legales, administrativas) de las personas minorizadas sin incurrir en revictimización.

En todo el texto empleo el término espacio seguro por brevedad, pese a entender que no existen como tal lugares 100% seguros, pues cargamos allá donde vamos todas nuestras creencias. La expresión empleada en el activismo para denominar estos espacios es, con frecuencia, más seguros.

En el poliamor es complicado crear un espacio seguro pues hablamos de una identidad atravesada por multitud de intersecciones (de raza, de género, de orientación sexual). Pero, ¿es imposible?

2. ¿Por qué hacer de un espacio activista un espacio seguro?

Sencillamente, para no tener que mantener los mismos debates de base una y otra vez cuando tratamos de elaborar en profundidad. Para no perder tiempo valioso de descubrimiento sobre la temática durante la charla, taller o conversatorio haciendo pedagogía. Porque ya conocemos el punto de vista del lado de la opresión y hemos escuchado los argumentos cientos de veces en boca de familiares, amigus, polítiques, revistas y guiones de película. 

Elaborando más, porque si el activismo existe como propuesta contra-hegemónica al del "deber ser", tiene una obligación moral en rechazar la normatividad impuesta. Como acción política.

Ya he dicho varias veces que el poliamor es activista, nos guste o no. Al menos en los espacios públicos de encuentro. Son precisamente las intersecciones que atraviesan a les participantes las que nos obligan a posicionarnos.  ¿Te imaginas un poliamor homófobo? ¡No! Dirás, el poliamor es cuir-inclusivo. ¿Puede haber un poliamor sexista? ¡Jamás, el poliamor es feminista o no es poliamor! Cuantas más intersecciones le añadimos, más difícil resulta sostener el argumento de que el poliamor es tan solo una práctica privada. En un mundo donde la norma sigue siendo la opresión cisheterosexista, un poliamor feminista y cuir inclusivo es activista. Y debe ofrecer, en sus espacios de reunión pública, seguridad para estas y otras intersecciones.

3. ¿Cómo se accede al espacio seguro?

Esencialmente, estar en un espacio seguro debería ser entendido como un privilegio otorgado por dos razones: la pertenencia a la comunidad discriminada y el compromiso a mantener seguro el espacio.

En ningún caso es un derecho universal e inalienable de les individues. Sino un privilegio condicional. ¿Condicional a qué y por qué? Depende enteramente del objetivo activista en cuestión. La opresión contra la que se desee proteger a la comunidad determinará las acciones que condicionan el acceso (más sobre esto en el punto 6). Y condicional porque, obviamente, sería mucho más complicado garantizar la seguridad del espacio sin vetar de él a quien no lo cuida.

Si no creen que el poliamor sea una identidad discriminada, echen un ojo a esto.

4. ¿Quién garantiza la seguridad de los espacios?

Aquí, contundentemente mi respuesta es todas las personas que participan de ellos. Tenemos una tendencia a la pereza, al individualismo, al egoísmo y a la difusión de la responsabilidad cuando nos encontramos en colectividad. Si todes disfrutamos del espacio, todes lo cuidamos. Sencillo.

Admito que los roles pueden ser diferentes. De nuevo, en este artículo explico las responsabilidades de los distintos perfiles en el activismo. La responsabilidad está íntimamente ligada a la seguridad. No puede haber espacios seguros si nadie se compromete a cuidarlos.

Les organizadores, voluntaries y referentes activistas por un lado y las personas participantes en las actividades, los espacios físicos y virtuales por otro son quienes deben garantizar la seguridad de los espacios.

Me parece fundamental entender que la responsabilidad colectiva es una extensión de la responsabilidad individual, no su opuesta. No se trata de elegir la autonomía frente a la subordinación. Sino de pensar, ¿cuáles son mis objetivos de seguridad? Si son los mismos que los de la comunidad, colaboraré para cumplirlos. Si no, quizá debería replantear mi pertenencia a ese grupo.

5. ¿Qué acciones y herramientas tenemos para mantener la seguridad en los espacios?

Este artículo de un compañero de Poliamor Madrid explica algunas de ellas, voy a enumerar esas junto con algunas otras de las acciones y herramientas disponibles a espacios activistas de cualquier temática.

Les organizadores, voluntaries y personas referentes del activismo pueden -en nombre de la organización colectiva que representan:
  • Crear y actualizar códigos de conducta, normas o principios rectores.
  • Llenar los espacios con gente de confianza, segregar por identidad (raza, orientación sexual o identidad de género), privatizar los espacios.
  • Realizar dinámicas grupales, talleres y charlas sobre seguridad en los espacios.
  • Modelar con el ejemplo.
  • Explicitar las necesidades de cuidado del espacio.
  • Delimitar las capacidades de la organización para proveer un espacio seguro (expresar lo que la organización no puede hacer).
  • Proveer rutas de atención, denuncia o acompañamiento claras e inclusivas* cuando el espacio ha dejado de ser seguro para alguien.
*Inclusivo, al igual que seguro, es un adjetivo que se refiere a la acción afirmativa en beneficio de grupos minorizados discriminados. No a favor de absolutamente todes, ya que eso generalmente beneficia a las identidades opresoras debido a prejuicios sistémicos.

Les participantes de los espacios, ya sean físicos o virtuales, pueden:
  • Conocer sus límites personales de seguridad.
  • Expresar cuando esos límites se han traspasado.
  • Aprender sobre el tema y las opresiones que lo atraviesan.
  • Saber sobre los códigos de conducta, normas o principios rectores del espacio.
  • Informar si se incumplen los códigos de conducta, normas o principios rectores.
  • Preguntar si creen que se traspasan los límites de seguridad de alguien más.
  • Buscar rutas de atención, denuncia o acompañamiento para restablecer el espacio seguro.

6. ¿Qué acciones hacen que un espacio deje de ser seguro?

Antes de escribir este artículo he leído sobre las políticas de espacios seguros en Nueva York, Londres, y Madrid. He consultado con personas que lideran comunidades poliamor en Paris. También he encontrado un maravilloso texto de Berlín al respecto. Pese a tener fines activistas ligeramente diferentes (en unos casos, ofrecer talleres sexo-positivos donde explorar la práctica erótica; en otros proveer entornos libres de prejuicio a la comunidad poliamor en los que dialogar sobre la vivencia en relaciones no exclusivas), afirmaré que las comunidades activistas encuentran la ruptura del espacio seguro en un mismo lugar

Un espacio deja de ser seguro cuando se traspasan los límites de una o varias de las persona que hacen parte de él sin su consentimiento, especialmente si son límites relacionados con los objetivos colectivos de seguridad. Vamos poco a poco.
  • Se transgreden los límites de alguien. Una o varias personas, desde su experiencia subjetiva -porque no puede ser de otra forma- reconocen y comunican que los límites respecto a sus necesidades de seguridad se han cruzado.
    Por ejemplo: Yo necesito estar en un espacio libre de sexismo para hablar abiertamente de poliamor y alguien ha hecho un comentario machista. Expreso esto al grupo.
  • Se desconoce, ignora o viola su consentimiento. Esto puede parecer redundante, pero no lo es. Mucho menos en comunidades que juegan con actividades y temáticas no normativas.
    Por ejemplo: Yo necesito estar en un espacio que me garantice privacidad o discreción sobre mi orientación relacional. Si alguien toma una fotografía en la que aparece mi rostro sin preguntar, tal vez lo haga por desconocimiento de mi límite. Si se han hecho públicas unas normas sobre no tomar fotografías, está actuando de manera ignorante al "hacer como que no se entera". Más, si pido claramente que no me saque en su foto y aun así lo hace, está violando mi consentimiento.
  • El límite que se transgrede está relacionado con los objetivos comunitarios. Los espacios seguros se crean con el objetivo de proteger a uno o varios grupos contra las opresiones sistémicas del entorno. Por tanto, es razonable que no se atiendan igual todos los límites cruzados.
    Por ejemplo: Si en un grupo poliamor se traspasa el límite de seguridad de una persona respecto a su propiedad privada (un robo de celular), es posible que se realicen algunas acciones y se cuestione la confianza en la comunidad. Sin embargo, no se iniciarán rutas de acción.

Sobre la temporalidad y el lugar de la acción

Las comunidades activistas suelen considerar como acciones que infringen el espacio seguro aquellas que suceden primordialmente durante las actividades y en los espacios -físicos o virtuales- compartidos por la comunidad.

Sin embargo, varias comunidades activistas mezclan el trabajo por la causa con las relaciones afectivas (BDSM, poliamor). Por ello, resulta cada vez más urgente valorar la necesidad de evaluar colectivamente los comportamientos y acciones de les individues que participan con regularidad en los espacios seguros; aunque se ejerzan fuera de ellos.

Por ejemplo: Yo soy amiga de una persona negra, quien me invita a compartir talleres sobre la salud mental afro. Yo le acompaño y acato las normas perfectamente; pero una tarde hablando del tema me salen los prejuicios y, siendo neuroatípica también, realizo comentarios racistas -de los que, quién sabe, ni me doy cuenta porque no es mi opresión. ¿Tiene que continuar compartiendo conmigo ese espacio cuando mi presencia lo vulnera? No. Un espacio seguro diseñado para varias opresiones que interseccionan buscará proteger el mayor número posible de ellas.

Hemos visto, además, demasiados casos en los que se emplean los espacios activistas y supuestamente seguros como cotos de caza para atrapar personas a las violentar límites en la intimidad. La dinámica intrínseca de algunos tipos de opresión sistémica (como la violencia de género) hace que sea imprescindible trascender las barreras de lo público si queremos construir comunidades verdaderamente seguras para quienes participan regularmente.

7. ¿Qué opciones tenemos para reconstruir el espacio seguro?

De todos los textos mencionados arriba, se pueden extrapolar algunas ideas. Primero, aclarar que aquí estamos hablando de teorías de la justicia. En términos muy simples, qué le corresponde a quién para que la sociedad sea justa. El objetivo del espacio seguro es crear condiciones más justas que las habituales. Nuestra reflexión a la hora de reconstruir un espacio seguro girará entonces en torno a cómo devolver ese equilibrio que se ha perdido mediante las acciones ya comentadas.

Desde un enfoque restaurativo o reparador hasta una visión correctiva e incluso retributiva, las opciones para reconstruir el espacio seguro son las siguientes:
  • Mediación entre las partes por un comité imparcial, compuesto por integrantes de la organización o -si es necesario debido a un conflicto de intereses- por un ente externo.
  • Ofrecimiento de perdón, disculpas (verbalmente o por escrito).
  • Aceptación de responsabilidad.
  • Compromiso de no repetición.
  • Garantía de realizar acciones formativas o terapéuticas relacionadas con el límite transgredido.
  • Acceso a información sobre la presencia en los espacios de la persona que ha transgredido el límite, para la persona que ha sufrido el daño y para la comunidad.
  • Talleres, charlas y conversatorios sobre seguridad para la comunidad.
  • Vetos al espacio: específicos (para actividades o roles concretos), temporales, indefinidos (hasta la petición de revisión por parte de la persona vetada).

En conclusión...

Todos estos conceptos se podrían desarrollar muchísimo más. Este escrito pretende ser un resumen y punto de referencia de las ideas que manejan actualmente las comunidades activistas poliamor y sexo-positivas sobre los espacios seguros. La tradición oral y las barreras del idioma a veces nos hacen perder de vista lo rica que es nuestra experiencia en soluciones para problemas, lamentablemente, más comunes de lo que nos gustaría.

La búsqueda de un balance entre límites y necesidades personales, colectivas y la expresión del deseo y la autonomía puede parecer compleja. Pero realmente no lo es. Hay líneas rojas muy claras y fáciles de identificar en lo que respecta a raza, capacidad, género o diversidad sexual que no se deben cruzar en el activismo. No caigamos en la pereza de no hacer nada porque es difícil encontrar el camino correcto.

Gracias a todas las personas que me orientaron en la búsqueda de información.

19 de septiembre de 2019

Golfa


La canción de Extremoduro con ese nombre fue mi himno de juventud y juerga (farra). Antes que poliamorosa fui ninfómana y puta.

Me han dicho que yo no era bi, sino viciosa y me lo he tomado a mucha honra.

La letra escarlata la he llevado como una capa.

Porque las mujeres en lo que respecta a nuestro deseo erótico podemos ser santas, dejarnos someter por la culpa y ser estigmatizadas, o empoderarnos y defender el puterío a capa y espada. Utilizando la cosificación de nuestros cuerpos para nuestro beneficio.
No hay punto medio.

Y una vez allí, en el rol de guarra, tampoco hay posibilidad de marcar límites sobre nuestros cuerpos. Porque, ¡qué confusión! ¿Acaso no eras tú la mujer liberada y abierta a todas las propuestas?

¿No eras la rockera a la que le gustaba el exibicionismo, los azotes y mordiscos?

Sí, pero cuando yo digo.

¿Cómo? ¿Que no puedo poseerte como el objeto de deseo que he creado de ti en mi imaginación?

No.

Pues qué mala. Mala poliamorosa. Estás abusando de tu poder. Retaliando. Estarás celosa. Eso es.

Mierda, ¿por qué me siento culpable? Yo creo saber lo que quiero, mis límites en cada momento. Pero en mi identidad de golfa se ha integrado el deseo de complacer como forma de satisfacerme. ¡Vaya lío! Cuando la zorra tiene como narrativa la sumisión y la autonomía al tiempo... ¿Qué hago ahora con mi sexualidad?

Sigue siendo como una muñequita que dice a todo que sí.

¿Y si no? Porque no estoy segura que eso fuera nunca así...

Nunca conciliarás tu necesidad y tu deseo.

6 de septiembre de 2019

Mi padre y tú



Sólo dos personas en mi vida me han hecho tanto daño. Mi padre y tú.

Nunca creí que fuese a hablar de esto. Me he negado que hubiera nada que decir. Es innombrable, no merece un aliento. ¿Cómo se llama tu padre? ¡No sé ni cómo se llama! "Bromeaste" más de una vez sin realmente abrirme un espacio para responder, pese a que te lo había dicho varias veces.

Y ese día, con el punki de asilo, que dijo no tener padre ni falta que ha hecho, el relato tomó sentido. No quise hablar de ti en una primera cita. Pero sí de él. Por primera vez, explicando mi experiencia de consumo, cuando me preguntó: pero, ¿por algo sería? no quise culparme a mí. A la luz de todos esos nuevos conceptos sistémicos, el after-glow de la película mid-90s y las reflexiones sobre el impacto traumático de un abuso emocional del que no acabo de salir todavía, mi narrativa de siempre perdió todo el sentido. Es que yo a los 11 años desarrollé un trastorno alimenticio, a los 13 empecé a tragar anfetas para adelgazar y cuando ya estaba teniendo convulsiones en el suelo de las sobredosis y la malnutrición, el insomnio y la ansiedad degeneraron en consumo de otras sustancias y con suerte sigo viva. 

No.

Es que mi padre abusaba emocionalmente de mí y de mi madre, crecí en la inseguridad de un hogar en permanente conflicto, entre sus gritos y llantos. Las veces que intenté defender a mi madre y a otras personas de su violencia verbal, mi padre me agredió físicamente.

¿Por qué, si entiendo claramente que el niño de la película -o los niños que atendía Quibdó- no son responsables de su situación, me he culpado a mí misma siempre? ¿Por qué, si está claro que un niño o niña de 10 años "diagnosticado" con depresión, ansiedad, ADHD, o cualquier otro supuesto trastorno sólo está somatizando las crisis de su entorno relacional, yo nunca miré qué pasaba fuera? ¿Por qué nadie, en 10 años de terapia, me ha ayudado a ver esto?

Vivimos en un mundo individualista de mierda donde es más fácil darle a alguien pastillas que encontrar una solución colectiva. Los hechos son que antes de mi primera pastilla para adelgazar mi padre me había repetido con frecuencia (desde los 8 años por lo menos) que si no hacía ejercicio me saldría barriga como a él, un señor de 40 con una panza inmensa y obsesionado por hacer dietas y ayunos.
Inseguridad, ergo, maltrato.
Lo decía en ese tono de "broma" que no tiene en cuenta ni el contexto patriarcal en que existo como mujer, bombardeada por mensajes sobre cómo debía verme para complacer; ni el efecto inmenso que genera la opinión de un ser querido sobre la auto-estima. Mira, tú.

La primera paliza fue a los 14 años. Nunca me sentí una víctima de mi padre, porque enseguida marqué límites a nuestra relación. Si me vuelves a hacer daño, te mato. Tras la segunda paliza, dos semanas después, no le volví a dirigir la palabra en dos años.

La última vez que me puso la mano encima hace apenas 6 años. Yo ya tenía 22 y aun así su mano en mi cuello y el grito de ¡te voy a matar aquí mismo! me convenció que lo haría. Las veces que, desesperado, ha hecho amagos de estrellarnos a mi madre y a mí yendo en coche por la carretera no las puedo ni contar. La última, entre gritos y llantos, resistiéndose a dejar ir los despojos materiales de nuestra familia fue en el 2016. Ese día, además, casi pega a mi madre con una mesa y tuve que amenazarle con llamar a la policía.

Pero mi padre también me cuida. Se esfuerza por complacerme atendiendo mis necesidades materiales. Solía insistir que recordase cómo nuestra relación también fue buena, cuando jugábamos en mi infancia o hicimos algún viaje. Cubre con cariño las necesidades materiales que explicito, y cada vez aprende mejor a escucharlas en lugar de hacer lo que él cree que prefiero. ¿Quién nos ha metido en la cabeza que el maltrato es feo y malo todo el tiempo? Las etapas de cuidados pueden durar meses entre episodios violentos. ¿Quién os ha dicho que vais a ver algo más que el lado lindo de una relación si no estáis dentro?

Mi padre dice que me tiene miedo y que le duele mi distancia. Que no sabe cómo comportarse conmigo para hacer las cosas bien y sin que me enfade. Que le asustan mis gritos y no puede tolerar el daño que le hacen. ¿Te suena? Mi padre y tú os parecéis. Menuda comedia freudiana.
Mismo discurso, menos educación, otra generación.

No más. Basta ya.

No hay aquí juez ni verdugo. Solo heridas muy profundas que sanar. Creo que esto me trasciende y va más allá de ti y de mi padre. Por eso, lo intento y me desbordo al callar. Ni quiero ni puedo sola.
¿Activismos, dónde estáis?

31 de agosto de 2019

¿Eres dueña de tu emoción?


Con tanto espacio para pensarse las relaciones diversas, cada vez somos más quienes nos creemos gurús del amor. El rollo con esto es que se mezclan en las conclusiones unas melcochas de conocimientos interdisciplinares atravesados, muchas veces, por empirismos proverbiales.

Hace tiempo soy defensora acérrima del saber derivado de la experiencia individual y colectiva. De ver más allá del academicismo impuesto colonialmente. No solo de Norte a Sur, sino de los centros a las periferias, de lo urbano a la ruralidad y así en un sinfín de opresiones múltiples ejercidas por los paradigmas contemporáneos y las epistemes hegemónicas.

Sin embargo, a veces hay pensamientos pop que se apropian de nuestra experiencia. O, vivimos la experiencia a través del lente de estas creencias masificadas. Hoy, el optimismo como valor es una de ellas. Otra creencia -errada- es la idea de la individualidad absoluta y nuclear de nuestras emociones. La desconexión entre causa y efecto social.

El mensaje masivo hoy en día en educación emocional es: "tú tienes el control sobre cómo te sientes". El McMindfulness, la secularización de los aprendizajes budistas sobre desapego y las intensas ganas de todes de fluir libremente han popularizado este mensaje. Un mensaje muy útil al capitalismo, por su potencial de desvincular las causas contextuales de sufrimiento (relacionadas a veces con desigualdades intrínsecas del sistema) de nuestro estado de ánimo. Y que ya tiene promotores vehementes en los círculos más íntimos del activismo feminista y poliamor.

Pero a este mensaje le falta una parte muy importante. La otra mitad. La responsabilidad colectiva. Para explicarlo, os rescato la idea sobre cómo funcionan las emociones -de acuerdo, admito, al conocimiento hegemónico. Aunque creo que veréis que la psicología tiene mucho de empirismo.

Las emociones tienen partes. No me tenéis que creer, están en Wikipedia.

  • La interpretación o evaluación cognitiva del evento, situación u objeto.
    Por ejemplo: Me insultan y yo evalúo, empleando todos mis aprendizajes sociales sobre el lenguaje además de mi conocimiento del contexto, qué significa ese insulto para mí.
  • Síntomas corporales o reacción fisiológica.
    Si el insulto me genera ira, se me acelera el pulso. Si me genera tristeza, provoca llanto.
  • Tendencia a la acción o componente motivacional de reacción motora.
    Quiero salir corriendo, insultar de vuelta o escupirle a la cara.
  • Expresión facial y vocal para comunicar tanto la emoción como la intención de acción.
    Pongo cara de culo.
  • Sentimientos o experiencia subjetiva del estado emocional.
    Me siento triste o enojada.
Aclaro que este proceso no es lineal sino simultáneo. Todas las partes ocurren a la vez y hay bastante consenso neurológico sobre la incapacidad humana de decidir conscientemente antes de actuar. Pero sin entrar en debates deterministas, continúo con lo que queda por decir.

Viendo todas las partes, creo y puedo hasta decir que no descarto completamente como vano un esfuerzo por modificar los pensamientos y creencias a través de las cuales evaluamos las situaciones. Si antes los insultos de "peluda" me causaban tristeza, ahora me causan gracia porque he modificado mi creencia sobre cómo me debo ver y cuánto me importa lo que otres piensen de eso.

También creo útil un mensaje centrado en atender la posibilidad de modificar la forma de gestionar la acción o reacción a la emoción. Tal vez ahora creo que puedo verme como me de la gana y tomar decisiones sobre mi cuerpo, pero que me llamen "peluda" sigue entristeciéndome por otras razones -me lo dice alguien que aprecio, lamento el ostracismo que representa. Sin embargo, entre insultar de vuelta, pegar a quien me lo dice o ignorar sus palabras hay opciones. Algunas nos parecerán mejores que otras.

Lo que me parece invisible de este proceso, en el mensaje que tanto insiste sobre la responsabilidad propia e individual de la emoción, es la acción que lo desencadena.
El insulto.

¿Dónde está, en nuestro mensaje, la responsabilidad de la otra parte?
¿Es un mensaje que construye responsabilidades colectivas y redes afectivas o individues atomizades? ¿Nos conecta? ¿Nos ayuda a cuidarnos?

Lo sé, vivimos en un mundo complejo y lleno de estímulos en el cual es difícil saber cuál fue el detonante inicial. En los conflictos reales podemos ir atrás en la cadena acción-reacción ad infinitum sin descubrir la chispa inicial, buscando culpables. Otras opción es reconocer yo lo hice mal, y preguntar ¿cómo te sientes? para romper el ciclo.

26 de agosto de 2019

La responsabilidad afectiva es mentira


La persona que me abrió paso al poliamor, en teoría y práctica, reapareció ayer en mi WhatsApp después de varios años siendo yo quien tomaba la iniciativa de la interacción. Fue una señal de esas que, por más escéptica que me pretenda, no puedo dejar de creer que tienen algo de destino. Pues sus últimas experiencias activistas y personales le situan en una posición única para hablarme como nadie más sobre algunos temas que me preocupan.

Auque mi tristeza es en estos momentos muy grande y no llegamos a ninguna solución perfecta -no creo que la haya, ¡ojalá! la conversación me dejó algunas reflexiones. El poliamor no es el único activismo que elle y yo compartimos, por eso nuestro discurso y práctica se entreteje con los aprendizajes que sacamos del desierto. Otro activismo bien particular. Y de tanto, tantísimo sufrimiento en nuestras experiencias compartidas.

Le requerí sobre la incongruencia entre nuestros discursos públicos de responsabilidad afectiva y la práctica privada. Elle pensaba que hacemos mal en delegar nuestra felicidad personal a otres y que debemos responsabilizarnos individualmente de nuestros límites y necesidades. Hasta ahí de acuerdo, sin embargo chocamos cuando se trataba de averiguar quién era responsable de los sentimientos. El argumento de la responsabilidad individual siempre me ha irritado, pues lo considero marca del discurso capitalista inmiscuyéndose en un esfuerzo por construir relaciones colectivas que asumen la causa-efecto de las acciones sobre las emociones.

Pero entonces, en ese lugar donde por fin me sentía segura de disentir sin ser juzgada como una "poliamorosa imperfecta", sin tener la obligación de dar la respuesta ideal, me di cuenta del craso error en el razonamiento poliamoroso detrás de apelar a la responsabilidad afectiva como gran, única e indiscutible solución para todos nuestros problemas relacionales.

Y se me cayó el alma a los pies.

La responsabilidad afectiva es una utopía que solo funciona si asumimos la bondad de las personas personas con las que nos relacionamos.

Más claro: que nos podamos relacionar sin sufrir en redes afectivas donde las personas cuidan unas de las otras a través de responsabilidad afectiva -que implica tener el interés de las necesidades de cada quien (incluidas las propias y las comunes de la red)- asume que todas las personas en esa red tienen la disposición, la buena fe, las herramientas de gestión, el conocimiento interior y de otres y la intención de hacerlo.

Y esto es una premisa filosófica, lógica y ética inmensa que hace aguas por todas partes a las luces del contexto sociocultural en que nos encontramos. ¿A quién se le ocurrió que en un mundo cis-hetero-patriarcal y carente de ninguna educación emocional la gente iba a encargarse equitativamente de las necesidades del resto? ¿Quién pensó que las dinámicas de discriminación capacitista iban a terminar por ponerle una palabra bonita y llamativa a la idea de inclusión?

¿De verdad lo estáis consiguiendo? Porque yo no.

31 de julio de 2019

Nowhere 2019


Now that even the arguments over whose dick we consent to see are in their dying stertor, almost three weeks after leaving site on a dreadfully cold and rainy morning -nevertheless touched by the ever present desert magic, I finally feel capable of sharing some of my thoughts with the world.

My nails still have bits of the polish that some kind soul decided to bring in quantities enough for everyone to enjoy, I haven't had the heart to wash the dirt out of my sandals, and every single playlist of ambient ethnic techno-electronic music "DJs" post gives me flash backs. That's obviously what I'm listening to at the moment. 💖 Piccaya.

This year was challenging, to say the least. I prepared very well but failed to take into account the 10-hour flight, shitty bed, 6-hour bus ride, and emotional exhaustion I was carrying on top of my 60L bag. So I was in pain, deep, unforgiving, physical, very real, never-ending, pain the entire event.

And I am so thankful for that. A yoga teacher once told me we should not be grateful only when things are good, but also during trying times, for they are coming to teach us a lesson; even if only that we can survive.

Guilt, however, was a bit harder to handle. I was hoping to be helpful. 100% of the time. I wanted to build, cook, massage, workshop! I was never sure if I was trying hard enough, while caring for myself at the same time. A challenge, as well, to live for 3 days with the same 15 people. Some complete strangers, some last years' acquaintances, others, old friends. Cooking, working, and showering (yay!). Sneaking away during naptime to explore was a break.

The slow build up of excitement was a new experience as well. The Monday storms that never quite came delayed the grand entrance of the main event. I couldn't help but compare. "Last year..."

However, who is really to tell. Maybe I fucked more but got spanked less? Did I dance less but connected more with friends? Was it a bit less spiritual and more down to earth? Did I enjoy more luxurious food? Did I volunteer a bit more or less? Were my workshops as strong? 
It's all a bit dusty.

A few things I did learn.

Nowhere is a community guided by principles. 10+1 to be exact. And that makes it, you guessed right. An activist community! The moment we say this or that principle is better to be guided by than any other, the moralization starts. "Who knows what the principle means exactly?" And, more importantly, "who is applying it right?" -which automatically creates a wrong way- are core discussions that come up constantly among us.
So, when it is time to decide if it is ok to spank people in the middle of the kitchen/common eating area, how do we decide? Inclusion of the person who has a childhood trauma? Self-expression of my kink? Not an easy solution.
For the sake of brevity and the fact that this is a text also for the profane, I will not try to solve or expose my arguments on this here. Maybe in a follow up post.

And some people get a say more than others, there is a hierarchy of decision. The people who consistently come year after year, the people who strike and build, the people who take up volunteer positions, meta-leads -many (though not all) white middle-age, european hetero dicks- have a voice that weights more than others in these matters.
And it fucking makes sense -except the fact that they are heterocismales. Because if we're deciding whether the barrio should be sex-positive or not, it stands to reason that people who will be affected by it not just this year, but next year also, will get a heavier vote. Or even people who will be affected for a longer stay during this year.

Even if shit is hitting the fan, I'll learn. With a broken back, a heavy heart, and much less of a direct line to the heavens than last year, the fucking place is Shambala. Where intention instantly manifests. So be careful what I wish for is always a good mantra, and make sure I am ready to receive an even better one. Stay alert for the few weeks after the event as well. Magic lasts beyond the desert, just like dust remains. As the saying goes: "you don't get what you want at the burn, you get what you need". Therefore, also probably be prepared to listen, switch, modify, and adapt with the wind. Surrender. It's a number of us that love to plan very well in advance just to arrive to this place where we feel safe enough to not have to control anything else at all for a few days. 
Except the time of our shifts.
And a cognitive psychology class on decision making by a brit wearing nothing but a frilly cape, a wrist watch and socks.

We are a family. And the barrio is home. It may seem strange how someone I met for one week a year ago can feel so close. But we keep each other safe and alive. I was cared for more intently by a large number out of those 3,500 people during these 10 days than I have by many people I thought were intimate to me in the default world.

A beautiful lady at 2 am approaching me as I stretched over a chair to ask if I was ok.
All the nobodies who massaged me.
ShitHead saving me and two other desperate folks from walking 1 hour to the bus we almost missed.
Hearing "thanks" after my "no".
Making spaces to speak about pain.
Hugs, caresses, kisses, staying home the whole night chatting.
Grilled cheese sandwiches! The Garden's ice-cream!

We come bare, naked, vulnerable, maskless, weak, and wounded. We let everyone around see the truth inside. And we trust. We trust deeply and completely that each person we encounter within the idiot-tape imaginary lines is going to see into our eyes and cherish that. Hold us whole with our flaws and strengths alike. Because it happens every single time. And there is so much love to go around that we fill up inside and give back again and again fearless to ever run out.

Sparkle pony revelations aside, there is plenty of drama! Nowhere is no utopia, and like any community made of imperfect individuals there is conflict. But that's what burning bridges is for. It was just a realization to my innocent self that the perfect place I remembered was so full of inner turmoil for stupid shit like who the Cantina lead should be.

It was a challenging year, of that there is no doubt. The huge dust storm left me a sore-throat. 
But the fire was ignited once more.

And that, dear all, is worth everything and more.

25 de julio de 2019

Quién da más

Una notita breve para avisar que me tienen muy aburrida los activismos del quién da más.

Jueces y jurados por todos lados sobre el buen y el mejor feminismo, poliamor y hasta diversidad sexual.

Hoy, te comes una polla de más y dejas de ser bisexual.
Te dan un guantazo consensuado y ya no eres feminista.
Quieres formar pareja y te borran de las listas de la anarquía relacional.

Policías de la sexualidad y el erotismo por todos lados.

Pues sabéis qué os digo, que para eso ya tenemos a la Iglesia. No me hacen falta vuestros nuevos moralismos.

Y que voy a seguir haciendo lo que me salga del toto. Eso, eso es activismo marginal.
No necesito carnet de nada para cuidar.

27 de junio de 2019

Red afectiva


Es en los momentos más bajos en los que se evidencia, siempre, la fuerza de una buena constelación. Creada, como las raices de las plantas, regando poco a poco cada día -o cada semana, según haga falta. Un rizoma que ha crecido cuidando a base de paciencia, confiando en que dará frutos (o por lo menos ofrecerá sombra bajo la que cobijarse) pese a que a veces es invisible a los ojos.

Entonces, tranquila y llena de compasión, quiero escribir para agradecer -aunque ya lo haya hecho individualmente- a todas las personas y momentos que me han colmado de cariño en estas últimas semanas. Porque es importante recordarnos que de todo se aprende y visibilizar también la contentura, para poder repetirla.

A la madre que me parió, aunque ha sido a quien más me ha costado explicarle, me ha acompañado desde el silencio con abrazos y besos. Me he colado en su cama una vez más cuando la soledad no me dejaba respirar. Me ha dado de comer. Hemos salido corriendo al hospital. Cuando por fin he encontrado las palabras, duras y asépticas, ahí ha estado. Por su paciencia. A ella, la primera que siempre está incluso cuando no lo parece. Gracias.

A la caleña que vive con nosotras quien, prefieriendo su espacio y soledad, me ha abierto las puertas de su cuarto. Que me ha recogido del suelo cuando me faltaban todas las fuerzas y era la única persona cerca. Porque ha hecho lo posible por darme mimos. Gracias.

A Julieta y toda su compasión, más de la que yo tuve con ella cuando hace un año estaba en mi lugar. Por venir corriendo a mi casa en bici a pasar una mañana entera. Por todos los burritos. Por recordarme que yo puedo. Por ayudarme a empezar. Por ser el respeto que no me tenía a mí misma. Por estar. Por sacarme a bailar. Gracias.

A Angelita, por sus cientos de canciones, mensajes místicos y memes. Por ver más allá de su carisma y avisar. Gracias.

A la Yopis, por dejarme llorarle a moco tendido recién salida de la selva. Por estar pendiente aunque tenga sus propias mierdas de las que preocuparse. Por ser siempre un rayo de sol y alegría. Por inspirarme. Gracias.

A la mujer con la que me casé. Que me ha escuchado de corazón cuando lo que decía no tenía mucho sentido ni siquiera para mí. Por abrirnos un espacio seguro de nuevo, con lo que implica y todas nuestras diferencias de tiempos (emocionales y materiales). Gracias.

A varias personas del desierto, que desde lejos me han demostrado dunas inmensas de amor:
Quien me ha leído cada pensamiento a diario, permitiendo un espacio libre de juicio para que no estuviera sola con mis ideas. Mandado abrazos cada noche y cada mañana, además de textos y vídeos para acompañar la reflexión.
Quien me ha dicho "te amo" cuando más necesitaba recordarlo.
Quien se ha masturbado conmigo desde Zurich a través de un ordenador.
Quien me ha contestado, en mitad de una boda, dudas teóricas sobre el poliamor. Y ofrecido hablar más en una mejor hora.
Quien me ha mandado fotos de su huerta desde Israel.
Gracias.

A mi antigua pareja, que me ha cuidado con música y ratas durante 3 años en la distancia. Por dejarme hablar sin tener ni idea de lo que pasaba y decirme francamente lo que pensaba. Por hacerme reírme de mí misma y de la vida una vez más. Fue mi primera sonrisa en tres días. Por el punk. Gracias.

A mi espejo, trópico de Cáncer y alma paralela. Por toda la terapia de reestruccturación cognitiva. Por protegerme de mí misma. Por quererme como sólo tú puedes, que es como me quiero a mí misma. Gracias.

A las nuevas relaciones que estoy comenzando, que venía hilando antes de que se hundiera este barco, por la paciencia y el cariño con el que me estáis cuidando. Por no huir de mi miedo a confiar y a la intimidad. Se pasará. Gracias.

A las dos personas que me están coqueteando sin misericordia, también gracias. Porque oye, una tiene además su orgullo y sienta bien saber que no es el fin del mundo ni del erotismo. Y las ganas venían de antes, aquí no engañamos a nadie.

Seguro que me dejo a alguien. La idea es recordar(me) que estoy muy rodeadita de afectos y agradecida por todo este (poli)amor.

19 de junio de 2019

Duele tanto que quema

Desde que te solté, me ha dejado de doler la cirugía. Así de somatizado tenía el dolor de sentir y creer que sólo valgo tanto como el placer que darte podía. Y no era mi imaginación, porque habías repetido en varias ocasiones frases que, amparado en el poliamor, ligaban mi potencial orgásmico a tu compañía.
«Si hay que esperar una semana más para follar, entonces sí que voy a buscarme a otra».
Búscatela, te dije todas las veces, pero no me hagas sentir que es condicional a mi capacidad de satisfacerte.
«Ay, tienes que aprender a entender una broma».
Ya, quizá.

Me duele y quema saber que yo podría haber sido más independiente. Que siempre podrás reprocharme haber pedido demasiado. Responsabilidad versus libertad. Compromiso o autonomía.
Que mi deseo, Eros, quiso ser egoísta y no tenía -a ratos- interés en picotear.
Me duele perder las noches de fiesta en Asilo ligando con otres mientras mirabas.
Me duele dejar de ver tus "me gusta" primero porque Facebook no reconoce ya tu proximia.
Me duele no ser más en quien confías para desahogarte.
Me duele despegarme de tanto dolor al que me había vuelto adicta, por masoquista.
Me duele admitir que yo, también, lo estaba creando al insistir en cambiarte. Cuando claramente, pese a saber que me causabas dolor, tú no querías.
Me duele que me alejes, aunque sepa que es lo mejor.
Me duele ser una más.
Me duele el miedo a hablar. Pensando que no seré creída.

Porque soy yo, finalmente, la que se ofusca si no lleva la razón. La que necesita siempre validación. La que levanta la voz con pasión cuando argumenta. Quien no sabe controlar su emoción. 

Pensé que no aguantaba tanto dolor. Que no cabía en mi cuerpo ni un ápice más. Que me rompía.
Pero era tu maltrato con lo que no podía. Se han erosionado, sin darme cuenta, todos los límites duros y blandos de mi autoestima. No me has pegado jamás, no si yo no quería. Pero muchas veces he pensado: «Si saca su rabia durante la sesión, será más amable conmigo en el día a día».

Me has convencido que nadie me querrá como tú lo harías: «Ojalá encuentres a alguien que te vea a través de mis ojos». Me has dicho más de una vez después de largas ristras de halagos que ni yo misma creía.
¡Cómo no ser dependiente a ese amor que te promete ser mejor que ningún otro!

No más. Dije por fin. Y otra vez me has castigado con tu rabia, rencor e ira. Nos prometimos seguir cuidándonos y -por no querer sufrir más- me invalidas.

Pero estoy rodeada de amor. Me quiero a mí y a toda la gente que me acompaña. A mi madre,  mi hermana putativa, a la mujer con la que me casé, a mi espejo-alma paralela, a las nuevas relaciones que estoy empezando, las amistades de cerca y de lejos, a quien me apoya aun sin tener ni idea y a mi "ex". Gracias.

No te odio. Te ámor. Por eso te deseo que veas, también, a través de la frustración y el dolor.
Y sigo firme en la decisión de estar aquí para ti, aunque sea de otra manera.

No quiero crucificarnos, aunque mi cabeza trate de reprocharme todo lo que podría haber hecho distinto. Escribo para sanar.

Confío en que podemos hacerlo de otra manera. No seguir alimentando la guerra.

4 de junio de 2019

¿Qué hay dentro de un nombre?

¿Qué hay dentro de un nombre? Que lo que llamamos rosa por cualquier otro nombre podría oler tan dulce.
O tan amargo.

Cuando conocí esto del poliamor pensé, como he visto hacer después a mucha otra gente al ser yo quien les explica de qué va esto: «Wow, ¿dónde había estado escondido este concepto toda mi vida? Ahora sí que tengo la respuesta». Fue uno de esos momentos "eureka" en los que me pareció entender por qué no encajaba, y creer que a partir de entonces sería más fácil relacionarme. Visto está que no es tan sencillo. Y esta advertencia se la damos a cualquiera que nos escucha. Parece una revelación ahora, pero poner en práctica esta filosofía es otro cantar.

Llegar a acuerdos, ser honeste y responsable en las relaciones íntimas suena genial; pero en el día a día nos enfrentamos a decisiones complejas en las que no es tan fácil saber qué es lo correcto. Y, sobre todo, en las que "lo correcto" no siempre corresponde a "lo deseado". O en donde la costumbre se lleva la mejor parte y acabamos revirtiendo a dinámicas dañinas para nosotres y quienes nos rodean.

Yo -como a mucha otra gente que nos gusta dárnoslas de interesantes- suelo decir que nunca he sido realmente monógama. Una larga lista de folla-amigos que efectivamente eran buenas amistades con quienes dejaba de acostarme cuando se echaban novia, gente que tenía en "rotación" durante meses, alguna pareja estable a la que engañé y alguna otra con la que intenté tener una "relación abierta", todo bastante lejano de la idea de juntes para siempre en búsqueda de la familia nuclear.

Realmente conocí el poliamor, como término activista, hace algo más de 3 años (en enero o febrero de 2016). En ese momento no entendía que era un activismo. Creo que mucha gente en la comunidad tampoco lo asume como tal. Y supongo que para algunes no es más que una práctica, un estilo de vida o como mucho una identidad relacional. Al fundar Poliamor Bogotá tampoco entendí el alcance de plantear el poliamor como un activismo. Sin embargo lo es. Tiene un enfoque muy educativo en sus espacios, por eso pasa bajo el radar. El poliamor ofrece espacios de auto-conocimiento y de educación en inteligencia emocional. Ofrece herramientas para las relaciones que son universales. Esto confunde.

Sin embargo, el poliamor es sin duda un activismo. Los activismos se definen por marcar el "deber ser", y lo hacen en oposición al "deber ser" hegemónico. La educación, en cambio, muestra la diversidad de opciones disponibles. 

¿Alguna vez has pensado «no soy buen poliamorosx»?

(Que no lo digo yo, os lo dice un meme).

¿Contra qué criterios estabas midiéndote? 

Celos mal, cazar unicornios mal, swinger mal, saberse perfectamente la teoría bien, cuidar a todes aunque no te quede tiempo ni para vivir bien, promiscuidad -depende a quién preguntes...

Si se puede hacer bien, es porque se puede hacer mal. Dividir cositas entre el bien y el mal se llama sistema moral. Y, ¿quién define eso? La comunidad. Creer que nuestra definición del bien y el mal es mejor que ninguna otra es... Bueno, ¿qué te parece a ti que es? 
Estamos creando, querámoslo o no, un sistema moralizante que domina a través de refuerzos positivos y negativos: la culpa, la exclusión, el reparto de afectos y atención, el sentido de pertenencia, etc.

Repetimos como robots en las charlas: «¡Son relaciones a la medida! Aquí no hay una forma correcta de hacerlo, hay muchas». No es verdad. En nuestros entornos privados, en las experiencias que enfrentamos día a día, se evidencia un impulso macondiano hacia promover formas muy concretas de vivir el poliamor que son las que la "teoría" indica además de las más "avanzadas". Está de moda ir, cada día, un paso más allá. Lo que se incentiva en los círculos privados es ser quien más sabe de poliamor, quien más amores libres tiene y menos exclusivos son. Hablar de celos está mal y la jerarquía es caca. La inseguridad, aunque tenga una razón legítima de existir porque vivimos en un mundo hostil o el vínculo pontencialmente haya contribuido a crearla, tampoco.

Lo interesante de esto es que las mismas personas que promueven un poliamor perfecto, inmaculado, impecable y fiel a todos sus principios de desjerarquización, feminismo, no-posesividad y plena conciencia iluminada son individues que están lejos en su práctica de lograrlo. Gente que evidencia en sus prácticas irresponsabilidad afectiva hacia otres, que rompe acuerdos sistemáticamente, que invisibiliza las necesidades ajenas para obtener cobertura a las suyas propias.

Yo, siendo así, cada vez me siento menos poliamor. No soy monógama tampoco, eso está claro, pero me niego a formar parte de un colectivo dogmático y ciego a sus propios errores.

Es lo mismo, pero con otro nombre.

25 de mayo de 2019

¿Tus necesidades o las mías? II

¿Qué van primero? ¿Tus necesidades o las mías? ¡Las de todes!
Pues no.


Esta es la segunda parte. La primera la puedes leer aquí.


Decía en mi anterior entrada que todos los límites son legítimos, sin importar si son elegidos o impuestos. Pero, ¿qué pasa con las necesidades? Está claro que todes tenemos necesidades y su variedad es válida en cualquier caso.

Se me ocurren excepciones que tienen que ver con la forma de cubrir las necesidades, más no con el hecho de tenerlas. Por ejemplo: todes necesitamos intimidad física, algunas personas buscan cubrirla con menores de edad.

En el Ejemplo 2 que di, recordemos:

Persona A tienen una crisis emocional y necesita apoyo inmediato, se lo solicita a persona B en exclusiva (límite positivo y duro). Persona B se encuentra en una cita planeada con persona C. Persona B necesita atender la crisis emocional. Persona C necesita estar acompañada.

Aquí, las opciones disponibles las delimita la persona A, al marcar un límite duro. Solo hay tres. B se va a acompañar la crisis de A y la necesidad de C se queda descubierta (dos personas satisfacen su necesidad). B se queda con C y descubre la necesidad de A (una persona satisface su necesidad). B no acompaña a A ni a C (nadie satisface su necesidad).

Un factor que se tiene en cuenta con frecuencia -y no fue distinto en esta ocasión- es que unas necesidades parecen tener prioridad sobre las otras.

¿Quién elige eso? ¿Desde qué autoridad? ¿Cómo se mide cuánta necesidad?

Desde la filosofía utilitarista, no hay duda. La primera opción es la opción moral. El mayor beneficio para el máximo número de personas. Yo no soy utilitarista, porque las consecuencias a largo plazo son imprevisibles. 
Ejemplo: B acompaña finalmente a A, pero no soluciona la crisis porque no está en sus manos. O, C sufre una crisis emocional al verse desacompañade y sin nadie a quien acudir a esa hora. El "bien total" es inconmesurable.

El poliamor es, además, por definición una ética deontológica. Está basado en principios. Qué es lo responsable, qué es lo honesto, qué es lo bueno para todes aquí y ahora. Nos puede parecer un lío averiguarlo, pero ese es el compromiso al nombrarnos como tal.

Si recordamos la pirámide de Maslow hay una jerarquía de necesidades humanas supuestamente definida. Pongamos que nos guiamos por esto.

Parece claro y contundente asumir que el bienestar físico (respirar, comer, beber, dormir o resguardarse) está por encima de lo emocional, o... ¿Lo está? Es al fin y al cabo un asunto de supervivencia. Vamos a decir que sí. Lo importante aquí es que Maslow está hablando siempre de la prioridad en las necesidades cuando se trata de cubrírnoslas a nosotres mismes. Es una mirada individualista de la que peca con frecuencia la psicología.

En ejemplos como el que menciono -y muchos otros dilemas de las relaciones interpersonales- el conflicto viene de nuestra interdependencia. Necesitamos de otres para cubrir esas necesidades y depende de elles cuándo, cómo y de qué manera resolverlas.
Es en este momento cuando la responsabilidad afectiva se vuelve fundamental, porque a la hora de decidir qué necesidades priorizar, entran en juego absolutamente todas las dinámicas de poder sistémicas de las que es imposible escapar. Lo personal es político.

Cuando tengo una necesidad de afecto, y a la vez otra persona en mi red también la tiene... ¿Quién cubre esta necesidad? ¿Cómo elige cubrirla? ¿En qué orden? 

¿Será que lo que estamos midiendo es acaso... Vulnerabilidad? ¿Se puede medir la vulnerabilidad?
Yo creo que no. 

Para mí, una de las propuestas fundamentales del poliamor es volvernos firmemente conscientes de los momentos en los que somos nosotros (soy yo) quienes elegimos qué necesidades cubrir y cuales no. O qué necesidades atender primero. Estar muy alerta de en qué momentos me encuentro en el "privilegio" (la responsabilidad también se puede sentir como una carga) de escoger cubrir una, dos o ninguna necesidad. Ver si el sistema me está poniendo en la situación de medir lo abstracto y subjetivo: la vulnerabilidad ajena. Para así romper la dinámica de competencia por los afectos. Si solamente hay una persona en posición de cubrir la necesidad de acompañar a varies, organizarnos colectivamente para que nadie quede sin atención. Y reconocer, además, que la decisión final parte del deseo. Asumir honestamente que no se trata de ningún principio de superioridad moral sobre quién merece más que sus necesidades se cubran; sino que soy yo quien deseo dedicar mis atenciones prioritariamente a alguna persona en concreto me parece un aspecto fundamental de la responsabilidad.

De cualquier otra forma, estamos invisibilizando y borrando. Creando inequidades o reproduciendo las desigualdades sistémicas que puedan existir ya. Quedan en los márgenes quienes no quieren o no pueden seguir reclamando afecto de forma competitiva y violenta.

¿Tus necesidades o las mías?

¿Qué van primero? ¿Tus necesidades o las mías? ¡Las de todes!
Pues no.

En poliamor hablamos mucho de necesidades. 
El discurso tiene varias partes:
  1. Todes tenemos las mismas necesidades, pero maneras únicas y diversas de querer cubrirlas. Ejemplo: todes necesitamos comer, pero tú eres vegane y yo omnívora.
  2. Nuestras necesidades tienen límites, que pueden ser positivos, duros, negativos o flexibles. Ejemplo: yo necesito comer, pero no puedo comer marisco porque soy alérgica (es un límite negativo y duro - no quiero que pase, nunca). O intento comer 20g de proteína en cada desayuno (es un límite positivo y flexible - quiero que pase, cuando sea posible).
  3. La responsabilidad afectiva implica cubrir nuestras necesidades respetando los límites ajenos. Ejemplo: si yo necesito comer a la 1 pm todos los días (límite positivo y flexible), pero me acompaña alguien vegane (límite negativo y duro) y pasa la hora sin que encontremos ningún restaurante con comida para elle... Puedo ser responsable -en esta situación tan simplista que no tiene en cuenta ninguna otra necesidad por el bien de la ilustración: esperando a comer un poco más tarde pues mi límite es flexible o separando nuestros caminos y comiendo por mi cuenta. Si mi límite no es flexible, sólo puedo elegir separar caminos.
Creo importante destacar que todos los límites son legítimos. Sin importar si son elegidos (veganismo, la hora de comer) o impuestos (alergia). Respetar un límite es reconocer la autonomía y diversidad de las personas. Sin embargo, me parece necesario resaltar la decisión que tienen les individues sobre algunos límites; pues de ahí, tanto como de la decisión posterior respecto a cómo gestionarlos en colectivo (o individualmente), nace la responsabilidad.

Voy a trabajar con una serie de ejemplos -de mi vida real-, porque creo que aquí el meollo es que cada situación es verdaderamente única. 

Ejemplo 1:
Persona A está enferma y necesita llegar a casa1 lo antes posible (límite positivo y duro). Persona B está enferma y necesita llegar a casa2 lo antes posible (límite positivo y duro). Persona C no está enferma y necesita ahorrar dinero en el trayecto de transporte hacia casa2 (límite negativo -no gastar-).
Aquí, las opciones de lo responsable las delimitan A y B que tienen límites duros incompatibles. ¿Viven cerca y pueden "llegar lo antes posible" a la vez? O, ¿es necesario tomar rutas separadas? Una vez A y B acuerden, C podrá entrar a conversar con B (y con A en caso que vayan a ir juntes) si la ruta elegida será costo-eficiente o no.

Ejemplo 2:
Persona A tienen una crisis emocional y necesita apoyo inmediato, se lo solicita a persona B en exclusiva (límite positivo y duro). Persona B se encuentra en una cita planeada con persona C. Persona B necesita atender la crisis emocional. Persona C necesita estar acompañada.
Aquí, las opciones disponibles las delimita la persona A, al marcar un límite duro. Solo hay tres. B se va a acompañar la crisis de A y la necesidad de C se queda descubierta (dos personas satisfacen su necesidad). B se queda con C y descubre la necesidad de A (una persona satisface su necesidad). B no acompaña a A ni a C (nadie satisface su necesidad).

Sí, amiwis. Los límites duros delimitan las opciones de acción para las personas a nuestro alrededor. Esto no significa que haya que dejar de lado nuestro auto-cuidado y desechar o flexibilizar todos nuestros límites. En absoluto. Pero quizá vale la pena pensar, desde la responsabilidad afectiva, en qué posición dejamos a otres cuando los marcamos. ¿Les damos amplitud de elección? ¿Les obligamos a entrar en una dicotomía "elle o yo"? ¿Dejamos a alguien como C, con pocas opciones -o ninguna- de cubrir su necesidad?

¿Dónde nos estamos liando?

15 de mayo de 2019

Es TRATABLE, no somos LOCOS, necesitamos lo mismo que tú: PERTENENCIA

Hasta este año, no sabía que mayo era el mes de la sensibilización sobre la salud mental. Es una iniciativa estadounidense y privada que ocurre desde 1949 para eliminar el estigma. El día internacional es el 10 de octubre por iniciativa de la Federación Mundial de Salud Mental y empezó más tarde (en 1992).


Para mí, todos los días son buenos para recordar que vivimos en una sociedad neurocapacitista que me discrimina y excluye de muchos aspectos de la interacción normal (estadísticamente representativa). En el trabajo, en mi familia, en el amor y en la amistad los sintómas múltiples de un desorden -que puede ser clasificado como la comorbidad de tantos otros- pero es en definitiva el conjunto de muchas variables que me colocan por fuera de la media en diversos aspectos del comportamiento ha resultado en consecuencias negativas para mí (y para quienes tratan de acercarse mucho) en un mundo en el que sobrevivimos a base de relaciones interpersonales.


La lista de rasgos que me dificultan interactual es casi interminable, pero su raíz es prácticamente una sola: mis emociones -aunque no puedo contrastarlo porque nunca he vivido en cabeza ajena- tienen una intensidad MUCHO mayor que tus emociones. A menos que tengas Trastorno Límite de la Personalidad. Esto es seguramente por un conjunto de factores bioquímicos y de crianza. Es decir, mi cerebro literalmente funciona diferente y además probablemente de pequeña algun cuidador primario invalidó suficientes veces mis deseos o necesidades fundamentales para impedir la formación de un manejo saludable de mis sentimientos. Ejemplo: «¡Esa comida no me gusta, me da arcadas!» «Sí, venga, cómetela que es buena para ti».

Invalidar la autonomía es algo que hacemos con todos los niños, pero juntas algunos factores más y voilà, coctel de neuroatipia.

Hoy soy lo que llaman "funcional". Una palabra bastante violenta que invisibiliza mi sufrimiento a costa de medir mi éxito según una serie de hitos socioeconómicos: me saqué una carrera, tengo trabajo, logro mantener parejas y amistades más o menos estables.

Pero sigo reproduciendo la mayoría de los patrones abusivos para mí y para otres que caracterizan el desorden, porque por algo se llama "de personalidad" y no "de desarrollo" o "temporal". Caracteriza mis conductas, pensamientos y emociones. Esta relación con aspectos fundamentales de mi ser implica que para dejar de repetir dinámicas dañinas tengo que enfrentarme primero a mi propio ego: «Esto es en lo que yo creo, yo soy así, no tengo por qué cambiar». Y luego al miedo: «Estoy cediendo más de lo que debo, voy a perderme a mí misma, sin ese rasgo no sé quién soy».

Esto es infinitamente más complicado cuando las solicitudes o propuestas de cambio vienen, como suele ocurrir, de personas con las que tengo relaciones íntimas. La tendencia a un pensamiento dicotómico (todo-o-nada, blanco-y-negro) sobre la gente que me rodea me hace pasar de la convicción en sus palabras a una extrema desconfianza. En segundos, una crítica, un desacuerdo, una promesa rota, o un gesto interpretado como desinterés vuelven mi amor, aprecio y sensación de seguridad en miedo, desconfianza y ganas de huir. La necesidad de mi cerebro -como el de cualquiera- es racionalizar estas emociones tan extremas y su origen. Comenzando un bucle de pensamientos desagradables que retroalimentan mi dolor.

En este estado, que puede durar entre unas horas y VARIOS MESES, es difícil distinguir dónde empieza la causa y dónde mi proceso de alimentar el monstruo. Porque siempre hay una parte de dolor original legítimo: está bien tener límites sobre promesas incumplidas, críticas no constructivas, peleas sin fin por incompatibilidades irreconciliables, en fin.

El asunto es que el origen no surge exactamente en una excesiva rumiación de los hechos, sino en que el dolor real sentido es tan fuerte e inaguantable que hay que expresarlo por alguna vía e INVENTAR razones para darle sentido. Es un desorden paranoide. Por eso hay tanta correlación entre este desorden y la dependencia de sustancias, la autolesión, los desordenes de alimentación o el suicidio. Estamos intentado controlar la situación. Queremos dejar de sentirnos así. Estamos cansades. Porque el dolor es agotador y casi incesante.

También es tratable. Que no es lo mismo que curable. La terapia cognitivo-conductual ayuda. No utilizar psicoactivos, en mi opinión, también. Y contar con el apoyo de una red afectiva que esté dispuesta a entender las peculiaridades de cómo funciono ha sido, sin lugar a duda, el factor decisivo para dejar de sobrevivir y empezar a vivir.

28 de abril de 2019

Rebosa la mierda

*AVISO DE CONTENIDO* Esta entrada habla de depresión y otras cosas feas.

La primera vez que quise morirme tenía 11 años. Me dio un ataque de ansiedad porque me encontraba radicalmente fuera de mi zona de confort y sin ningún poder para cambiarlo.
No voy a contar aquí mi historia clínica porque se me va la mañana, sólo quiero dar ese dato para ejemplificar algo que se me ocurrió ayer mientras le daba a mi madre uno de los pocos ataques de pánico que ha tenido en su vida. En ese momento, mientras hiperventilaba y gritaba, pensé que le faltaban herramientas para gestionar esa emoción; pero también que era afortunada por no tenerlas. Si yo ya no hiperventilo durante los ataques de ansiedad es porque he pasado muchos como para saber que no me voy a morir.

En medio de la crisis, gritó: «¡¡Ay no!! ¡Me quiero morir!» Mi madre, la que ha mirado hacia otro lado durante mis varios intentos de suicidio. Todes hemos pensado en matarnos alguna vez. Y pensé que la diferencia entre alguien neurotípique y quienes nos diagnostican con TLP o depresión es la frecuencia, y quizá intensidad, de esas ideas.

Tranquis, que esto no es una llamada de socorro sino un esfuerzo por sensibilizar.

A mi madre, como al común de los mortales, esas ideas se le pasan por la cabeza en situaciones contadas a lo largo de una vida: pasan años entre un episodio y otro. Quizá solo una vez. Algún ser extraordinario me he cruzado que había superado los 40 sin pasar por ello. Hasta que pasó.

A mí, y supongo que a muchas personas catalogadas con trastornos como ansiedad o depresión, se me ocurren pensamientos ultra-negativos en casi cada contratiempo que enfrento.

Ahora un poco de psicología para entender... ¿Qué es una idea? ¿Qué es un pensamiento? Las personas no venimos al mundo llenas de ideas.

Las ideas son creencias sobre cómo son o deben ser las cosas. Los pensamientos están asociados a esas ideas, pero dependen de la situación. Por ejemplo: "Las personas pueden ser buenas o malas" es una idea, "ser honeste es bueno" es otra idea. "Mi amiga fue mala porque me mintió" es un pensamiento.

Las ideas se aprenden. El lenguaje y la cultura está inevitablemente ligado a nuestra formación de ideas. Las experiencias condicionan cómo enlazamos estas ideas a pensamientos. Por ejemplo: si culturalmente "la familia es un espacio seguro" es una idea que se transmite, pero tu hogar era negligente o abusivo pues igual acabas desarrollando pensamientos como "no merezco tener familia" o "las familias no son espacios seguros". Porque la mente trata de razonar alrededor de la experiencia como mejor puede.

Además, las ideas y pensamientos están profundamente ligadas a las emociones y a la conducta. Es un ciclo que va más o menos así:

Siento X (tristeza) <---> Pienso X (mi amiga no me ha venido a visitar) ---> Me comporto X (escribo)

En algún momento hay una respuesta fisiológica (llanto).

En este ciclo cabe notar que la relación entre lo que pienso y lo que siento no es unidireccional. A veces nuestras creencias retroalimentan emociones desagradables. Si me empeño en creer que "todas las personas buenas hacen siempre lo que se espera de ellas", con razón voy a sentir cosas desagradables cuando, como todo el mundo, me equivoque alguna vez o necesite trazar límites por mi propio bienestar. 

También importa destacar que de lo que siento y lo que pienso a lo que hago no hay un solo camino. Hay muchos. Yo puedo estar triste porque no ha venido mi amiga y escribir en un diario, salir a pasear, pintar, llamar a mi amiga o verme con alguien más. Ser consciente de esas posibilidades es la vía de escape de muchas emociones desagradables.

Hay veces, sin embargo, que ya se ha recorrido el camino de ida y vuelta cien veces.

En ocasiones hago la tarea de saber lo que siento, analizar lo que pienso -más o menos, porque esta tarea se puede volver obsesiva y es mejor no abusar de ella tampoco, y observo que las rutas de acción a mi alcance no me convencen. En esos momentos, suelo optar por el mal menor para dar salida a tanto dolor. Porque si se acumula dentro se avecina algo peor. 

Disociación, pánico, paranoia, explosión.

La comunicación de mis emociones es como una olla a presión, deja salir el vapor para que no estalle. Si sale humo, es porque dentro hay miles, millones de pensamientos y emociones chocando entre sí, quemándome viva.
Trato de tener cuidado y apuntar bien. Silvar en la frecuencia correcta.

Si sale mierda por mi boca, si mis palabras no son arcoiris y purpurina... IMAGINA. Por un segundo imagina lo que hay dentro. Yo sé perfectamente que NO TODO es malo. Pero hay TANTO malo que rebosa. Las experiencias no se resignifican en un año. Los pensamientos no se reestructuran en un mes. Las creencias no se cambian en un día.

La cultura del optimismo obligado es violenta y capacitista. Ideas como que "es mejor estar siempre feliz" y que "expresar críticas sobre una situación empeoran la situación" invalidan mis emociones e ignoran mi incapacidad de reestructurar pensamientos más rápido de lo que ya lo intento. Cuando estas creencias las expresan -además de tazas de desayuno, imágenes de instagram y agendas cursis- las personas de mi entorno en forma de pensamientos como: «no te esfuerzas en ver las cosas buenas» o «tus quejas constantes nos arruinan el día a todes» se materializa como una amenaza velada hacia mi red de apoyo si no logro acomodarme a las expectativas imposibles de optimismo constante.

Tengo derecho a expresar cómo me siento. Y los pensamientos asociados a esa emoción.
Aunque sean emociones desagradables o incómodas.
Incluso cuando ocurre con mucha frecuencia.

Soy muy consciente de que no es agradable, MENOS LO ES PARA MÍ SENTIRME ASÍ.
Pero peor sería guardármelo.

11 de abril de 2019

Mujer... ¿Cis?

De forma muy superficial voy a intentar expresar algunas ideas que llevo tiempo rumiando.

[Porque también, basta ya de hablar aquí de poliamor, leñe].

En general, definimos a las personas trans como aquellas que se identifican con un género diferente al asignado al nacer. No voy a entrar en detalle porque no soy quién para describir una experiencia que no vivo. Si tenéis curiosidad, ancha es la Internet.

En cambio, cisgénero se define como la experiencia de reconocerse en la lectura del propio género que te han realizado al nacer. Ahora, sobre esto tengo algo que decir.

Más desde mi vivencia que como opinión.

Cuando escuché por primera vez la palabra cisgénero pensé: «ah, claro, pues eso soy yo». Una forma más de identificarme y explicarme. Desde mi entonces marco conceptual binario del sexo (biológico) versus el género (cultural), me resultó perfectamente comprensible auto-etiquetarme como no-trans. Generar una dicotomía desde la cual distanciarme de esa otredad.

Charla a charla y taller a taller, a medida que repetía la palabra para dar ejemplos sobre casos diferentes, empecé a preguntarme... ¿A qué me refiero cuando digo que soy cisgénero?

Partiendo de la definición... Quizá lo que quiero expresar es que mi identidad de género coincide con mi fenotipo sexual, o sea, que mis características externas físicas -mi apariencia genital vaya, porque de peques no contamos con mucho más- concuerda con los roles de género -las creencias socioculturales de cómo esos genitales deben comportarse.


Y ahí ya me empieza a chirriar el concepto.


Yo sé que me vivo como mujer. Pero... ¿Por qué lo sé? 
No es la identificación con los roles tradicionalmente asignados a este género/sexo lo que me dan esa pista. Si así fuera, estaría profundamente confundida. No encajo, por muchos factores, en los patrones de la feminidad hegemónica.

No me depilo, no uso tacones. No me gusta ir de compras. No me da vergüenza hablar sobre mi deseo erótico. No me dan asco los bichos, ni temo las serpientes o los roedores. Se entiende la idea. 
La versión de la feminidad que me han vendido es algo que cuestiono. Reflexionando también lo que significa para mi la etiqueta de mujer. Y, decidiendo serlo a mi manera, acepto que me lean como mujer desde fuera. Por lo que sea, porque llevo el pelo largo y pendientes. Porque no tengo (casi) bigote. Porque tengo tetas. Porque me gustan algunos penes.

Y, desde luego, tampoco creo que mi genitalidad me defina como mujer. Con esto puede que dos o tres personas discrepen (muchas más a nivel global, seguro, pero digo entre quienes me leen).
Valdría pararme a explicar por qué mi vagina, útero, óvulos, ovarios y clítoris no son lo que me hace una mujer. Puede que ahí esté el intringulis. Es difícil plantearme esta cuestión teniendo, de hecho, estos genitales y no otros. Para mí la respuesta fácil y rápida es que se puede ser mujer sin tener todo esto. Pero creo que esta respuesta no convencerá a los dos o tres que mencionaba anteriormente.
La respuesta larga y compleja es que hay muchas otras cosas que me hacen mujer más que mi genitalidad, o que realmente no utilizo esos genitales en la forma socialmente establecida para cumplir mi rol asignado -parir-, o que los utilizo de formas tradicionalmente prohibidas y negadas -disfrutando de mi placer sexual. Sin embargo soy mujer.

Entonces, si no creo que sea mi apariencia genital lo que define ser mujer y tampoco mi feminidad -pues ya está visto que no poseo tanta-... ¿Qué es ser mujer?
Nada más y nada menos que enunciarme como tal.

Y el sufijo "cis", creo que podemos irlo desterrando.