26 de agosto de 2019
La responsabilidad afectiva es mentira
La persona que me abrió paso al poliamor, en teoría y práctica, reapareció ayer en mi WhatsApp después de varios años siendo yo quien tomaba la iniciativa de la interacción. Fue una señal de esas que, por más escéptica que me pretenda, no puedo dejar de creer que tienen algo de destino. Pues sus últimas experiencias activistas y personales le situan en una posición única para hablarme como nadie más sobre algunos temas que me preocupan.
Auque mi tristeza es en estos momentos muy grande y no llegamos a ninguna solución perfecta -no creo que la haya, ¡ojalá! la conversación me dejó algunas reflexiones. El poliamor no es el único activismo que elle y yo compartimos, por eso nuestro discurso y práctica se entreteje con los aprendizajes que sacamos del desierto. Otro activismo bien particular. Y de tanto, tantísimo sufrimiento en nuestras experiencias compartidas.
Le requerí sobre la incongruencia entre nuestros discursos públicos de responsabilidad afectiva y la práctica privada. Elle pensaba que hacemos mal en delegar nuestra felicidad personal a otres y que debemos responsabilizarnos individualmente de nuestros límites y necesidades. Hasta ahí de acuerdo, sin embargo chocamos cuando se trataba de averiguar quién era responsable de los sentimientos. El argumento de la responsabilidad individual siempre me ha irritado, pues lo considero marca del discurso capitalista inmiscuyéndose en un esfuerzo por construir relaciones colectivas que asumen la causa-efecto de las acciones sobre las emociones.
Pero entonces, en ese lugar donde por fin me sentía segura de disentir sin ser juzgada como una "poliamorosa imperfecta", sin tener la obligación de dar la respuesta ideal, me di cuenta del craso error en el razonamiento poliamoroso detrás de apelar a la responsabilidad afectiva como gran, única e indiscutible solución para todos nuestros problemas relacionales.
Y se me cayó el alma a los pies.
La responsabilidad afectiva es una utopía que solo funciona si asumimos la bondad de las personas personas con las que nos relacionamos.
Más claro: que nos podamos relacionar sin sufrir en redes afectivas donde las personas cuidan unas de las otras a través de responsabilidad afectiva -que implica tener el interés de las necesidades de cada quien (incluidas las propias y las comunes de la red)- asume que todas las personas en esa red tienen la disposición, la buena fe, las herramientas de gestión, el conocimiento interior y de otres y la intención de hacerlo.
Y esto es una premisa filosófica, lógica y ética inmensa que hace aguas por todas partes a las luces del contexto sociocultural en que nos encontramos. ¿A quién se le ocurrió que en un mundo cis-hetero-patriarcal y carente de ninguna educación emocional la gente iba a encargarse equitativamente de las necesidades del resto? ¿Quién pensó que las dinámicas de discriminación capacitista iban a terminar por ponerle una palabra bonita y llamativa a la idea de inclusión?
¿De verdad lo estáis consiguiendo? Porque yo no.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Traducido al francés. https://nonmonogamie.com/2019/09/02/la-responsabilite-affective-est-un-mensonge-alba-centauri-blog-el-diario-de-eva/
ResponderEliminarMerci beaucoup!
EliminarWeee que génial, vengo replanteando esto y con necesidad de discutirlo a fondo.
ResponderEliminar