16 de octubre de 2017

Soledad

Mis recientes circunstancias me han llevado a sentir extremos de soledad que nunca había soportado antes.

Como he aprendido recientemente que de las emociones difíciles también se aprende, me dispongo a reflexionar un poco sobre ello.


Del lat. solĭtas, -ātis.
1. f. Carencia voluntaria o involuntaria de compañía.
2. f. Lugar desierto, o tierra no habitada.
3. f. Pesar y melancolía que se sienten por la ausencia, muerte o pérdida de alguien o de algo.


En estos últimos dos meses, para paliar mi aislamiento, he:
  • Hablado a las lagartijas de la casa. Aunque lo de hablar con los animales lo hago en otras circunstancias.
  • Abrazado a mi mono de peluche al dormir.
  • Llamado mil veces a mi madre.
  • Video-llamado a más de una relación de diferente grado. Incluso aunque solo fuera para estar acompañada mientras ambes trabajábamos delante del ordenador. 
  • Pasado tiempo con el vecino de abajo. Con los de al lado. Y con los borrachos de la tienda de la esquina. Tolerando requiebros indeseados y sonriendo halagos, con tal de pasar un rato de charla insulsa entre seres humanos.
  • Quedado más de una vez con el tipo de gente que, si no obtenían sus deseos sexuales de mi, perdían el interés en nuestra relación. ¿Superficial, no?
  • Buscado y acudido a eventos culturales.
  • Pasado horas infinitas en redes sociales.
  • Visto decenas de episodios de series.
Con todo eso, aun así he descendido a límites antes desconocidos de soledad. He procurado saberme acompañada desde la lejanía, y sin embargo he llegado a sentir físicamente el dolor causa del aislamiento y la falta de contacto humano.
No en vano, nos insisten desde la ciencia académica que la soledad mata. Y que las relaciones de calidad son fundamentales para la felicidad.

En mi auto-investigación sobre los procesos internos que sentía (siento), he descubierto que el abrazo sincero y espontáneo de une niñe paliaba mi angustia cien veces más que pasar tres horas entre compañeres del trabajo o con los vecinos arriba mentados. Que no todos los encuentros me saciaban por igual.
Por ejemplo, aquellas personas con las cuales podía conversar sobre temas altamente intelectuales me aliviaban mucho más la sensación de soledad que aquellas con quienes trataba simplemente de cosas mundanas. En retrospectiva, extrapolo de esto que la soledad podría definirse como la sensación de carencia de las necesidades provenientes de relaciones interpersonales. Dado que las necesidades de cada quien son únicas e individuales, así mismo lo es la experiencia de soledad.

Por eso es tan fácil sentirse sola en ocasiones en las que sobra la gente a nuestro alrededor. (¿Nunca te has sentido sola en una fiesta?) La soledad no tiene que ver con la cantidad de personas, sino con la capacidad -propia y externa- de cubrir nuestras necesidades de relacionamiento interpersonal.
  • Me siento sola porque hay un vacío intelectual. Las personas con las que interactúo no pueden proveer, en su mayoría, mis necesidades diálogo.
  • Me siento sola porque hay un inmenso machismo estructural. Las personas que quieren tocarme lo hacen desde una perspectiva de posesión y eso me quita las ganas de acercarme.
  • Me siento sola porque hay grandes facetas de mí que no encuentran foro ni compañía. La diversidad sexual todavía se oculta y siento que vivo una especie de mentira.
  • Me siento sola porque no encuentro con quien realizar actividades de ocio, aunque sea una persona que no supla mis necesidades intelectuales o de contacto físico. Para salir de casa acompañada en el tiempo libre.
Incluso he llegado a sentir vergüenza de mi soledad. Al expresarla en voz alta. Lo cual imagino es resultado de algún constructo social. En definitiva me alegro de avanzar por el camino de la educación emocional. Siempre será más fácil llenar estos vacíos mirándolos así, a la cara, y entendiéndolos, que dándoles la espalda.

He llegado a temer la soledad. Por momentos. Me imagino acostumbrándome a ella hasta el punto de no adaptarme nunca más a la sociedad.

Ahora que la entiendo mejor sé que eso no es posible, siempre tendré necesidades interpersonales. Tal vez no sean siempre las mismas, pero buscaré de una forma u otra cubrirlas. 

2 de octubre de 2017

Del abrazo al beso

Soy célibe desde hace seis meses.

Al principio lo sentía como una carga, algo que debía remediar. Buscaba, como agua en el desierto, personas que me atrayeran suficiente para dar el paso. Frustrada por la aparente ausencia de candidates «viables», de iniciativa por las otras partes, de gente suficientemente lo que fuera [guapa, inteligente, poliamorosa, feminista...].

Con el tiempo, empecé a cuestionarme por qué. ¿Por qué sentía la consumación sexual como una obligación? Sin darle muchas vueltas ni encontrar una respuesta más clara que: una mezcla entre la expectativa social y la necesidad fisiológica, comencé a quitarle peso al asunto y dejar de lado esa búsqueda.

Así, cuando llegaron oportunidades de acostarme con personas, las valoré desde una óptica completamente distinta que hasta entonces. En lugar de asumir mi necesidad como algo absoluto, la reflexión anterior me había hecho caer en cuenta de la carga cultural que me impulsaba anteriormente a consumar como algo predeterminado y no cuestionable.

Y me encontré en varias situaciones de las que he aprendido a raíz de ello.

He tenido que superar la vergüenza y el miedo a hacer daño a alguien que quiero profundamente, al decirle que no tengo el deseo de que nuestra relación pase de lo afectivo a lo físico. Sabiendo que ella sí sentía deseos de llegar a una intimidad física conmigo. Dudando, en todo momento, si se trataba de ella (no me atraía) o de mí (si tal vez había perdido mi libido o le había cogido miedo a la intimidad).
Y de esta manera, descubrí que se puede sentir amor sin que haya sexo.

Me he encontrado múltiples ocasiones sintiendo fuerte rechazo por el contacto físico o los avances de hombres. El aprendizaje feminista, junto con el cuestionamiento anteriormente mencionado respecto a asumir la imposición del sexo como lo obvio, lo natural, lo lógico, el paso siguiente deseable en una relación entre dos personas que se tienen afecto... Me ha llevado a estar tremendamente a la defensiva hacia comportamientos normalizados en el género masculino durante el cortejo (e incluso la cotidianeidad).
Me he desesperado ante los avances de amigos interesados en «algo más», cuando no me atraían ni me interesaba y había explicitado tal cosa múltiples veces.

Por ejemplo, no soporto que me toquen los hombros o la cadera en una fiesta para hacerme a un lado mientras pasan. En general, el contacto no consensuado por cualquier hombre que no tenga bastante familiaridad conmigo me pone los pelos de punta. Y digo hombre porque las mujeres somos, en general, menos dadas a establecer un contacto físico no buscado o consensuado con personas que no conocemos.

En definitiva, la carga cultural sobre la sexualidad es tan alta que pregunté a mi gurú sobre las dudas que este periodo me estaba generando. La respuesta: ¿Por qué crees que debes tener sexo?

Efectivamente, pienso que debo tener relaciones sexuales porque la sociedad me ha impuesto esa expectativa sobre la afectividad. Diciéndome que, de alguna manera, mis relaciones están más completas, son más verdaderas y consolidadas si incluyen un vínculo sexual. Puede que, químicamente, una parte del afecto se construya así (oxitocina y tal), pero no vamos a entrar ahora en eso porque ya hemos visto que no es imprescindible para que haya amor.

Entonces, ¿cómo desligarnos de esa carga cultural? ¿Por qué, cuando ya te quería antes, y había abrazos, se siente ese fuerte y brusco cambio al haber besos?

No lo hay, o no debería cambiar nada. La percepción del cambio de «estatus» en la relación es efecto de la carga cultural que acompaña a la sexualidad y sus expectativas de vínculo entre personas. Incluída la expectativa de exclusividad.

Estrechemos el salto entre el abrazo y el beso. Donde hay amor, la manera de mostrarlo es lo de menos.

12 de junio de 2017

Poliamorosa y... ¿Arromántica?

¿Qué?

Bueno, este es otro artículo sobre cosas que no tienen que ver con el feminismo. O al menos no de manera estricta, porque tengo el convencimiento de que toda deconstrucción de la mononorma bien planteada es feminista. Pero esa es otra historia.

Y ahora al tema. Es algo que me lleva rondando un tiempo la cabeza, y se me ocurre que no hay mejor manera de aclararlo que escribiendo unos párrafos: ¿Se puede ser poliamorosa y arromántica?

Desde que pasé la "edad del pavo" (nombre con el que se describe en España la etapa previa a la adolescencia), no he comprendido del todo la palabra "enamorarse". No entiendo a qué se refiere la gente al decir "mariposas en el estómago". Y mucho antes de saber qué eran, empecé a renegar de la mayoría de mitos del amor romántico, entre ellos eso del "amor a primera vista".

Así, al conocer el poliamor y sus variantes, me encontré ante un dilema. 

El esquema era, en muchos sentidos, absolutamente todo lo que había buscado e incluso necesitado sin saber. 
Tras haber sentido durante toda mi vida relacional que el modelo normativo no me aportaba la satisfacción que la cultura insiste debemos encontrar en la gran, única y especial relación monógama de nuestras vidas; descubrí que el fallo no estaba en mí sino en un sistema que niega cualquier otra alternativa.

Además, a través del poliamor encontré herramientas para mejorar significativamente mis relaciones. Mejor comunicación, más cuidados, gestión de emociones complicadas, la panacea. Profundicé en el feminismo. Y generé vínculos con una comunidad que me aportó en otros terrenos, como el espiritual. Incitándome así a no querer soltar esta idea nunca...

Pero sigo preguntándome, ¿se puede ser poliamorosa y arromántica
Es una pregunta teórica. Porque, a nivel práctico, la duda no me ha impedido seguir teniendo relaciones. Muchas felices y exitosas, otras no tanto. Pero no por esta razón (¿o sí?).

La cuestión es la siguiente, para mí el arromanticismo incluye dos componentes:

  1. Negar el amor romántico. Básico para muchas (si no todas) las personas poliamor.
  2. Negar el enamoramiento. Creo que a este sentimiento le ha pasado algo similar a los celos. Metemos en la misma categoría un montón de cosas que para mí son discernibles (atracción sexual, nervios, ganas, síndrome de abstinencia de los químicos que te produce el último revolcón, afectividad, confianza, compenetración... ¿sigo?)
Y bueno, pues no es que no haya estado enamorada nunca. A menos que me equivoque sobre lo que es y falte algo en mi descripción. Es que no le achaco a ese conjunto de emociones y estímulos el halo mágico que la sociedad le impone. Por tanto me resulta más difícil experimentarlo como un conjunto. Al final, es lo de siempre, empiezas por ponerle nombre a cada tipo de lluvia y acabas viendo caer el agua de mil formas diferentes.

Creo, pienso, opino... Que en el poliamor todavía se cree en el enamoramiento como ese sentimiento mágico. Como algo más que el conjunto de sentimientos derivados del amor sexo-afectivo. Y siento deciros, querides polis, que suena a ideal romántico. Pero no de velitas y cena. Sino del chungo.

Así que acabo esta reflexión con las ideas un poco más claras. Sí se puede ser poliamorosa -o anarquista relacional en mi caso, o cualquier otra variación de la no-monogamia consensuada- y arromántica.

6 de junio de 2017

La Reconquista

Esto va de amor romántico.

Solía yo, en mi relación monógama que se hacía pasar por otra cosa más liberal, indignarme a raudales si mi amor no venía tras de mí en plan culebrón a intentar resolver el entuerto cuando me marchaba cabreada de una discusión.

Nunca, ni una vez, se dio el caso que al irme enfadada -después de dar un par de voces o decir alguna frase hiriente- saliera en mi búsqueda esta persona. Con el tiempo, aprendí que esa técnica novelesca no iba a surtir efecto para lograr mayor atención y, en su lugar, intenté comunicar de otra forma mis necesidades.

Ahora, creo que me hicieron un gran favor.
Esto de salir corriendo detrás de alguien [metafórica o literalmente] que nos está diciendo que no nos quiere, que hemos hecho algo mal, que nos grita o nos desprecia es un hábito aprendido de la omnipresente cultura del amor romántico. Porque el amor lo puede todo. Todo lo puede vencer, cambiar y superar.

Y no hacerlo, por el contrario, es una muestra de respeto hacia une misme y hacia el otre. Nos respetamos a nosotres mismes al no volver a la persona que nos está diciendo que no nos quiere a su lado, o que de alguna manera nos lo demuestra con el trato. Y respetamos a la otra persona al no imponer nuestra presencia en alguien que nos indica que no la desea.

¿Es igual en el caso de que no haya gritos o desprecio?

Más aún.
Cuando alguien nos dice, desde la mayor amabilidad posible, que no nos desea a su lado, los intentos de reconquista siguen siendo rezagos de la mítica cultura del amor romántico.
El amor bondadoso, y el respeto hacia los sentimientos de la persona que nos comunica esa necesidad, indican como ideal cesar toda insistencia y escuchar sus deseos. El respeto hacia une misme y la propia auto-estima, igualmente, señalan que la mejor ruta es aceptar la decisión de la otra persona y desistir cualquier intento de cambiar su parecer que pueda ponernos en la posición de estar imponiendo nuestra voluntad a la de alguien que ya no nos desea. Por difícil que sea.

Por qué, entonces, tanta gente continúa sucumbiendo a la necesidad de pedir "otra oportunidad" o pedir "perdón" a la desesperada, incluso cuando no se les acusa de nada. ¿Os ha pasado que, cuando eso no surte el esperado efecto de haceros cambiar de opinión, empiezan a culparos de injustas o inmisericordes? ¿O de ser pendenciera?
¿Qué mecanismos llevan a estas personas a querer seguir en relaciones a todas luces sin futuro, ya que no hay deseo de una parte?

Podría ser simplista y decir que son cosas como el miedo a la soledad, la (co)dependencia, o contar únicamente con herramientas de chantaje emocional para relacionarse...

Pero la variedad de relaciones y situaciones en las cuales me he topado con este afán de reconquista me obliga a pensar que hay algo más. Algo sobre la forma en la cual enmarcamos las relaciones. Como la idea de que deben ser peleadas hasta la muerte, aunque ya no quede nada de la razón que unía a las personas que la conforman. Pura mitomanía tendiente a mantener a gente que no se aprecia y puede incluso ser abusiva entre sí, unida.

YO, POR SI ACASO, MUTIS.

26 de abril de 2017

Querer o Deber

Aviso: Esto no tiene que ver con el feminismo.
Es un tema que aparece de forma intermitente en mi vida y mis relaciones. Considero que la aclaración puede ser de utilidad para otras personas, tanto como lo ha sido para mí.

En algún lugar que no logro recordar, leí hace ya muchos años que es importante distinguir entre aquello que es una verdadera necesidad y por tanto se tiene o debe hacer. Y esas cosas que se desean, pero no se requieren para vivir. Aquello que se quiere hacer, conseguir, tener.

Para siempre, desde entonces, cambió mi forma de expresarme. Pero también de oír las peticiones ajenas.

Porque... ¿Qué necesitas realmente para vivir? Agua, alimento, sueño, cobijo. Recientes estudios demuestran que es necesaria la compañía de otros seres humanos para vivir saludablemente. (Más exactamente, que las personas solitarias mueren antes).

Más allá de esto, todas nuestras demás demandas son deseos. No necesidades.

Por ello, me rechina particularmente cuando alguien dice:

"No puedo. Tengo que [_insertar actividad opcional aquí_]". 
El trabajo, trabajo es. Vivimos en un engranaje sin escapatoria en el cual se ha vuelto el medio para cubrir nuestras necesidades de supervivencia. Cualquier otra actividad, por comprometida que se esté en ella, no ha de ser precedida por un "tengo que", sino por un "quiero". Ya. Lo sé, lo sé. Cuestión de semántica. Pero el lenguaje construye nuestra concepción del mundo.
Realmente, cuando decimos eso, nos referimos a que preferimos realizar la [actividad opcional] a la propuesta que nos plantean. Nadie nos está obligando a mano armada a tener que ir a nuestra actividad escogida. Podríamos, de querer, cambiar los planes. Pero no queremos.

Aclaro, inciso, que me estoy refiriendo a actividades de ocio en soledad. O a elecciones previas a adquirir compromisos -por ejemplo: "todos los viernes debo visitar a mis padres"- que denotan una ausencia de flexibilidad. Por supuesto, si ya has quedado de antemano con otra persona, efectivamente tienes (o deberías) cumplir ese acuerdo. No porque sea una necesidad, sino porque implica la responsabilidad hacia otra persona.

Este tipo de mal uso del lenguaje es generalizado. Así, comentamos que alguien:
"Debería hacer [_cualquier cosa_]".
Cuando lo que en realidad estoy expresando es que deseo/quiero que algo suceda. Y de esta forma, transfiero la responsabilidad de conseguir el objetivo desde mi persona (quien realmente lo desea) a cualquier otro ente. ¡Qué maravilla! Pedir y pedir por esa boquita esperando que otres, quienes sean, se encarguen de alcanzar mis deseos.
La legitimidad de si el ente en cuestión es responsable también o no por alcanzar el objetivo no es lo relevante aquí. Sino como yo, al expresarme de esta manera, construyo en mi mente el imaginario de que yo no tengo responsabilidad alguna.

Ejemplo:
"El gobierno debería solucionar el problema de los refugiados".
Son claras las doscientas mil variaciones de esta frase, en las que gobierno se puede sustituir por un ministerio en concreto, alguna otra institución pública o funcionario que la represente; y el problema puede ser un sinfín de temas.

Por último, siendo todes adultes, no sé cómo no nos chirría decirle a un ser independiente que debe o tiene que hacer algo. Será un triste legado de la creencia generalizada de que los menores no son autónomes, y se puede tomar la gran mayoría de decisiones por elles. Así, mucha gente persiste -inclusive yo en ocasiones- en comunicar ideas sobre creencias, valores, opiniones de forma tan contundente como:
"Tienes que hacerlo así".
"Deberías hacer [_lo que yo creo que es mejor_]".
Muchas veces, cuando la otra persona ni siquiera está pidiendo consejo.
Creo que lo ideal es, en el caso de querer expresar la opinión propia o cuando efectivamente sí se está preguntando, comenzar por un: "Yo pienso" o "en ese caso lo que yo haría es...". 
¡Siempre puedes preguntar! "¿Quieres que te de mi opinión?" Mejor eso que hablar por hablar. 

Yo, hay veces, que oigo esos: "Pero mira, es que tienes que hacer esto y lo otro porque así te va a ir mejor". Y, además de entrarme por un oído y salirme por el otro, grabo en mi mente: "A este ya no le cuentes más tus problemas, que tiene afán de Superman".

Ea, me ha salido una mini-píldora feminista para terminar. Para que no os quedéis con las ganas.

22 de abril de 2017

"Cállate y bésame"

¿Alguna vez te ha pasado que estás debatiendo un tema con un hombre y, al no llegar a un acuerdo, te da un beso para callarte?
A mi me pasa todo el tiempo.
Reflexiona sobre las implicaciones de eso por un segundo.
Bisexualas y lesbianas del mundo, ¿alguna vez os lo ha hecho una mujer? Porque a mí, no.

En ese beso está implícito todo el juego de poder que envuelve el género. Yo, macho, utilizo la atracción sexual entre nosotres para determinar que mi argumento es más valioso que el tuyo y decidir cuándo y cómo termina el diálogo sobre este o cualquier otro tema.
"Cállate y bésame".

No te dejes, mujer, callar de esta manera. Por mucho que te guste esa persona. Es probable que el hombre que realiza esta acción acarree consigo una serie de creencias machistas que legitiman tales actos de opresión. Y sino, espera. Espera y verás, cómo la próxima vez que tengas una opinión ligeramente fuerte o inamovible te llama "regañona".

1 de marzo de 2017

Invisibles

Las lesbianas en Colombia son invisibles. Un colectivo invisibilizado.
Obviamente, existen en la misma proporción que en todas partes (aproximadamente un 1.5% de las mujeres). Pero no las ves, no hay recursos ni foros para ellas.

A continuación, pruebas gráficas de ello.

Este es el resultado de una búsqueda en Google para "lesbianas bogotá" y "lesbianas colombia":
Atención al cuarto resultado. 
Cuando se accede a las páginas anteriores, con supuestos recursos de contactos o información sobre lugares de encuentro, la realidad es que no hay nada publicado; la información está desactualizada o es incorrecta. Por ejemplo, categorizan tiendas de venta de artículos sexuales como lugares de interés para lesbianas. 
Para el país al completo, lesbiana es igual a porno.

Buscando en la principal página que figura como guía gay de Colombia (la única que aparece y tiene pinta de estar actualizada), bajo la sección para lesbianas hay:
5 lugares listados en Bogotá. No puedo comentar sobre las otras ciudades porque no me ubico. Procedamos a diseccionar...
El primero tiene esta pinta:
Para les que no sois de aquí, no. No, esto no es lo mejor que puede ser un bar o discoteca en Colombia. Los tenemos como en todas partes, llenos de lucecitas y neones. Que no digo que tenga que ser así. Pasé la mejor parte de un año metida en un antro llamado El Romy donde lo mejor que podía pillar era una salmonellosis. Pero no sé, cada escena requiere su decorado. Para una cogorza monumental el Candilejas puede que tenga su cosa. Si de lo que se trata es de conocer a chicas interesantes y atractivas creo que necesito un poco más de glamour para crear ambiente.

Otros dos de los lugares no tienen ni foto en Google maps (bueno, uno sí pero me da hasta vergüenza enseñárosla, porque es del estilo del Candilejas pero más sórdido y sale borrosa). Además se encuentran en un barrio del SUR. Es decir, donde las carreras pierden su nombre y empiezan a llamarse #X SUR. Por ahí, bueno, va la gente que sabe mucho de la vida y la ciudad. Les forasteres nos quedamos más cerca de casa. A menos que nos acompañen.

Ya van 3.

Otro es el famoso EVA, de Theatron. Bien, para quien no lo conozca, Theatron es un infierno para incautos donde van a morir de garrafón (barra libre de alcohol de curar heridas) 10.000 almas cada sábado. Diez mil. Se anuncia como la discoteca más grande de América Latina pero puede que lo sea del mundo. Es famosamente de ambiente y tiene quién sabe cuantos espacios distintos, para supuestamente satisfacer todos los gustos musicales habidos y por haber. Una sala gigante de electrónica y, sobre ella, una azotea con diferentes puertas que dan a los distintos lugares.
EVA, además del ambiente lésbico, es el sitio de "rock". No sé si por lo primero o por lo segundo, la realidad del caso es que las veces que he estado en este espantoso lugar la sala EVA -totalmente iluminada de rosa y con Pink sonando de fondo- estaba desértica mientras que en el resto de espacios y en la azotea había muchísima gente.
Esta sala es el lugar perfecto para escapar del gentío si encuentras que te está dando un repentino ataque de pánico social, por ejemplo.

Nos queda el último lugar. Un tal Harem, en Chapinero. Tampoco he encontrado foto o más descripción que la dirección. Pero mis expectativas son bajas a estas alturas.

Se me ocurre la brillante idea de buscar en Facebook. Ya que, oye, esto de los grupos y páginas ahora se lleva más por ahí. 
De nuevo, busco "lesbianas bogotá" en la pestaña de Páginas:
¡Pero qué obsesión con el porno!
Por fin encuentro una asociación seria que se dedica a realizar actividades. No están muy activas y para saber las fechas exactas de los eventos hay que inscribirse a la lista de distribución de correo. Es decir, por algún motivo no quieren poner las fechas de forma pública. Igualmente, me inscribo. Algo es algo.

Entonces me fijo que, oye, también hay grupos bi. Vamos a mirar...
ERROR
Todas las páginas consisten en una sucesión de fotos cursis y mensajes anónimos clasificados, cada cual peor. Con el objetivo único de encontrar compañía. Ejemplo:

Todos los mensajes anónimos, ¿no?

Salgo de esta experiencia de investigación indignada. Con algo de asquete y sentimientos de soledad. En el parque al que llevamos a los perritos los domingos hay un "parche gay". Una zona de ejercicios donde los hombres claramente van a quitarse la camiseta para socializar, coquetear y conocerse entre ellos. En este mismo parque he visto más de una vez hombres de la mano.
En cambio, desde que llegué la última vez creo que llegan a 5 las parejas de mujeres abiertamente lesbianas que he visto. Una de ellas estaba en la marcha del orgullo y otra es la directora de la fundación más grande de derechos LGBT que hay y su chica. Vamos, que me muevo en esos entornos. Y nada.

Lo que me preocupa de la situación obviamente va más allá de mi propio interés y capacidad para encontrar una persona en estas circunstancias. Siento que se ha ido normalizando la homosexualidad masculina hasta cierto nivel en Colombia, o al menos en las grandes ciudades; pero las mujeres siguen muy reprimidas a actuar sobre sus deseos y su orientación por miedo a revelarse contra la imagen normativa que se espera de ellas.
Hacen falta feminismos lésbicos y bisex que empoderen.

Y DEJAR DE ESCONDERNOS.
(Sobretodo si queremos mojar algún día)

7 de febrero de 2017

Corazón partío

"Solo eres tan buena persona como logres serlo en tus peores momentos".

Una vez, un tío al que dejé me mandó una foto del culo de la vieja con la que estaba dos días después de nuestra última conversación. Con la excusa de contarme que solo estaba con ella para suplir una necesidad que yo le había creado.

Otra vez, uno de mis mejores amigos -mi hermano cósmico- utilizó el hecho de que habíamos dormido juntos para hacer daño a una amiga durante su ruptura con ella.

En otra ocasión, intenté pegarle a mi ex-novio por estar acostándose con otra chica cuando aún manteníamos conversaciones sobre cómo arreglar la relación. Me justifiqué en el hecho de que teníamos acuerdos de monogamia explícitos.

Si no eres -diría 'somos', pero después de esa ocasión me prometí trabajar en mí para nunca volver a cometer algo semejante- compasive, empátique y buena persona hacia tu compañere sentimental en un momento tan complejo como es la decisión de tomar caminos separados... ¿Puedes realmente considerarte buene?
¿Importa quién haya tomado la decisión? ¿O por qué motivos?
Creo que no.

Los sentimientos de las personas son cambiables y fluidos. Tú no has sentido lo mismo por nadie durante más de dos años, es ciencia. Entonces, ¿cómo mejor afrontar ese momento?
Opino que con calma, respeto, solidaridad.
Ambes deben apoyarse mutuamente en ese momento.

Cuando he tomado la decisión de emprender ese camino de paz, estuviera en el lado del receptor o del emisor del mensaje de partida, me ha ido mucho mejor.
No solo me he sentido mejor conmigo misma por no caer en la bajeza de despreciar a quien antes quería, sino que también he logrado conservar vínculos que de otra forma hubiera sido imposible mantener vivos. Años después, sé que mi ex-novio es feliz con su preciosa hija. Mi brother from another mother sigue viviendo en la música. Y, aunque lo otro es más reciente, conseguí tener una última conversación pacífica con el de la foto que estoy segura hará de nuestro próximo encuentro mucho más placentero que si se hubiera quedado en eso.
Sin humildad ni reparos, diré que gran parte del esfuerzo ha sido mío. Al preferir fluir desde un final hacia una relación sana aunque diferente; en lugar de caer en el mito de que si no es amor, debe ser odio, dolor, desazón.

No significa que no haya dolor en ningún momento. Que no se sienta. Negar que la pérdida, el rechazo, la soledad, e incluso la mella en la auto-estima de tal suceso existan sería absurdo. Consiste en comprender que la otra persona no te ha infligido nada de eso por maldad o deseo de verte heride. Simplemente obedece su propia necesidad de ser feliz, su búsqueda personal de comprensión y compañía que de alguna u otra manera ya no te incluyen.
¿Es personal? Sí. Por supuesto, por eso se llaman relaciones interpersonales.
¿Es la otra persona responsable de tu dolor? De ninguna manera. Tanto como lo sería aquella que, buscando su propia felicidad y alcanzar sus objetivos profesionales, se va de casa de sus padres y estos quedan con severo síndrome de "nido vacío". No está buscando el hije hacer daño a los padres, sino perseguir su independencia.
¿Puede quien marcha ser compasiva, solidaria y empática hacia tu dolor? Debería. De eso trata todo esto.
¿Hasta qué punto? Ahhh... Interesante. Pues yo digo que hay que insistir en la compasión, pero toda paciencia tiene un límite. Si el recepter del mensaje de partida insiste en bombardearte con el mensaje de: "Me has dejado el corazón partío", tratándote vez tras vez de saco de lágrimas o de boxeo sin vistas a una próxima recuperación... Es momento de partir -con o sin adiós-.

6 de enero de 2017

Discriminación

Esta entrada tiene menos que ver con la igualdad de la mujer y más con otros colectivos a los que pertenezco. Pero, puesto que el feminismo se ha aliado históricamente con el movimiento LGBTI y ha traído consigo una corriente de autonomía erótica femenina, aquí va. Además, necesito desahogarme.

He mencionado el poliamor brevemente con anterioridad, quien tenga interés en conocer más puede visitar mi nueva página de Facebook.
Esta es una filosofía y una práctica que suscribo y defiendo activamente. Desde que conocí a fondo sus premisas, me parece la opción mas indicada para mi manera de sentir. Además, tuve la inmensa oportunidad de experimentar brevemente un periodo de poliamorío exitoso. Y crear vínculos con gente que lo practica en relaciones a largo plazo, llegando a convivir y formar familias felices con descendencia. Por tanto, también sé que en la práctica funciona.

No descarto al 100% volver a tener una relación monógama en algún momento de mi vida, aunque la última vez que lo he intentado me he sentido totalmente atrapada por los constructos de lo que se espera de mí en ella. Y, más allá de eso, mi visión del (poli)amor implica una imposibilidad de llevar la monogamia sentimental a la práctica en el sentido estricto de la palabra. Dado que en mi entendimiento del amor como algo universal, fluido, sin encasillamiento de si una persona es amistad, familiar relación sentimental, sexual, platónica o una mezcla de varias no se contempla la diferenciación de poner a un amor por encima de todos los demás; algo que se suele esperar en la monogamia y muy propio del mito del amor romántico.

Pero a lo que iba... Parte de mi base de principios es la honestidad. Y para qué engañarnos, soy de esas personas que les cuesta quedarse callada si opina distinto, si se hace una pregunta polémica sobre algo, y a las que en general les gusta debatir. Así que cuando descubrí esto sobre mí misma fue muy importante tanto salir del armario con mi familia como hablar de ello abiertamente cuando el tema de la monogamia surge en conversaciones esporádicas.
No me malentendáis. Tampoco voy por el mundo de abanderada sacándole el cuento del poliamor a todo el que viene a casa a comer. Pero sí que, si alguien pregunta o saca el tema, contesto e intento resolver lo mejor que puedo las dudas que inevitablemente surgen ante la sempiterna incredulidad del oyente.

Y es en estos momentos que empiezan mis sentimientos a volverse una bola de impaciencia, frustración, soledad, ira y hasta dolor. Porque el ser blanque/caucásique, de clase social acomodada, no está en general demasiado acostumbrade a vivir en carne propia la discriminación. Lo nuestro es más el privilegio. Siendo europea, y habiendo vivido en EEUU, ni siquiera desde el perfil mujer bisexual he tenido muchos problemas -no es la orientación que más en serio se toma, pero se respeta-.

Por ello, no me acostumbro a las reacciones y comentarios que la conversación del, poliamor conlleva, desde el totalmente respetable:
- Uy no, eso no es para mí.
Pasando por caras de asquete y confusión de grado diverso.
Y llegando hasta su máximo exponente: el argumento. El argumento en contra del poliamor puede parecer una cosa innocua. En muchos foros, cuando el propósito es debatir sobre diferentes perspectivas desde la inclusión y partiendo ya de la aceptación, el argumento en contra puede ser de gran valor.
Pero en un entorno social informal en el que se parte de la curiosidad de conocer más sobre una "nueva" idea de la cual nunca se ha oído hablar... Que alguien me explique por favor, ¿qué valor tiene el argumento en contra? Más allá de acallar la disidencia, imponer la normatividad y evitar el esfuerzo mental de escuchar ideas diferentes con la mente abierta.

Considero esto el éxito máximo de una programación social, que no solo nos educa en amoldarnos a lo esperado sino también en pastorear a cualquiera que intente salir del rebaño.

Este modelo de discriminación para la re-educación (es decir, te hago razonar para que veas lo erróneo de tus creencias), me parece incluso más grave que otras formas más violentas que he vivido ya también -por desgracia-. Que me digan casquivana me parece un recurso realmente vago, perezoso en comparación.

En un momento de la cena la mujer en el matrimonio de turno, al empezar a escuchar mi explicación, le dice a su marido por cuenta e iniciativa propia
- Ah, eso puedes hacerlo, a mi no me importa que estés con otras.
Y alguien me espeta:
- ¡Rompe-matrimonios! 
O algo así, en supuesto tono de guasa, pero qué más da, me da vueltas todo. El daño ya está hecho.
Porque, si dos personas adultas en una relación monógama consensuada deciden de mutuo acuerdo salir de la normatividad y abrirla, OBVIAMENTE la culpa (¿de qué? no lo tengo aun muy claro) es de la persona que les ha comentado la posibilidad de una alternativa. 
¿Por qué?
Por hereje.
[Notable decir, que ella cambia inmediatamente de opinión en cuanto averigua que el poliamor no es lo mismo que el swinging. Curiosísimo como somos capaces de dejar de lado nuestra exclusividad sexual antes que el monopolio sentimental sobre otras personas, para que luego digan que los celos son una evolución del instinto procreador].

2 de enero de 2017

La Habana

En resumen, me he sentido como un perrete chico.

Si hubiera apuntado el número de veces al día en que algún señor me hacía "muchh muchh" como si llamara a un can tendría una libretilla llena de palitos.
Y más de una grosería.
Lo peor los hombres viejos. Esos se cruzaban en mi camino para meterse en toda mi cara a decir "chica guapa", invadiendo mi espacio personal sin ningún reparo. A alguno, además de ignorar vilmente, daban ganas de responderle "y tú hombre feo". Pero tampoco es así como se solucionan siglos de mala educación en el uso y abuso de la mujer como objeto para el disfrute del hombre a su antojo.

Claro, que la turistilla despistada tampoco ayuda a la re-educación. A más de una vi casi ser atropellada por sonreír embobada a los piropos que recibía con el cuello a punto de los 180º.

Cambiar la idea de las mujeres de ser simple carnaza a personas merecedoras de respeto y dignidad en el imaginario colectivo es un trabajo que nos corresponde a TODES.

Escasez, en muchos otros sentidos... Para quien le interese saber de aquello. De alimentos, de materia prima, de medicamentos... De libertad.