17 de octubre de 2018

Duelos a medias

El poliamor es un camino de rupturas de medias tintas, de adioses que no se terminan de decir, de fingir que sigue habiendo algo que ya no está ahí.

Con esto del fluir siempre, de resignificar los finales, nos hemos vuelto incapaces de decirnos las verdades a la cara: «ya no te quiero»«ya no me importas»«no me apetece verte más».

No dependemos, pero tampoco soltamos.

Todo a medias. A qué poco me sabe la moderación a veces.
Mándame a la mierda.

14 de octubre de 2018

Dolor

Tengo la mala costumbre de escribir aquí solo cuando estoy desbordada. Dando la impresión de que las cosas van muy mal. No es cierto. Simplemente esto es una herramienta más de gestión para mí. Y, como cualquier herramienta, solo la empleo cuando me hace falta. Igual que no vamos por la vida usando taladros si no hay cuadros que poner, yo no escribo si no tengo mierda que procesar.

Dicho esto... 


Estoy harta. Muy harta. Esta semana he llegado a un límite emocional que hacía años no experimentaba. He tenido un ataque de ansiedad de esos gordos, de chillar y llorar hasta que se me caen los mocos. De verme sola y aislada de todo hasta tal punto que he pensado que nada de lo que hiciese en ese momento iba a importar. Lo más cierto es que no importa. Pero en el antropocentrismo en que vivimos, que no se sabe qué fue primero si el cerebro que se sólo se mira a sí mismo o la cultura que lo ensalza, el resultado es creernos que nuestra vida -la humana- es muy importante.

Muy importante para aceptar la muerte como un proceso natural.
Muy importante para reconocer que la extinción de algunos animales -incluidos nosotres- no significa el fin de la vida.
O quizá no es más que un rezago del instinto animal de superviviencia primigenio vuelto racionalización.

Sea como sea...
Desde la aceptación de la trivial insignificancia de mi existencia que resiste el último impulso de conservación, he sentido mucha tristeza pero sobre todo un dolor muy profundo y punzante. Dolor de vivir en un mundo donde una persona pueda llegar a sentirse así. Ante el reconocimiento de que el detonante de esta disonancia tiene una causa muy tangible e identificable: la indiferencia o ignorancia de quienes me "conocen" sobre el proceso. El "no querer ver". Dolor ante el individualismo tan brutal que me rodea. Pena desgarradora de sentir que, por más vulnerable que he estado dispuesta a mostrarme hacia otres, la verdad fundamental es que cada quien está(mos) tan sumido(s) en su(nuestra) propia película de mierda que ya puedo yo derrumbar muros y abrir murallas... No voy a encontrar más que desiertos y fortalezas en otres.

Gente tan creída de su dolor que, al igual que yo, no hacen más que lanzar piedras desde sus respectivos tejados a cualquiera que parezca mínimamente una amenaza. Lo lamentable es que, desde esos lugares permanentemente a la defensiva, muy difícilmente se ven las banderas blancas. Mucho menos, en ese estado mental, te paras a actuar con la compasión natural que surge en las personas cuando ves a alguien heride que muestra abiertamente su dolor.

Y desde aquí, desde todo mi dolor, os digo que no puedo más.
Que nos merecemos todo lo malo.
Que la gente que encuentra el amor que llevamos dentro se pudre rodeada de tanta indiferencia. Porque no hay nadie a quien dárselo o no sabemos recibirlo.
Y a mí se me está agotando el aire entre tanta mierda.