27 de junio de 2019

Red afectiva


Es en los momentos más bajos en los que se evidencia, siempre, la fuerza de una buena constelación. Creada, como las raices de las plantas, regando poco a poco cada día -o cada semana, según haga falta. Un rizoma que ha crecido cuidando a base de paciencia, confiando en que dará frutos (o por lo menos ofrecerá sombra bajo la que cobijarse) pese a que a veces es invisible a los ojos.

Entonces, tranquila y llena de compasión, quiero escribir para agradecer -aunque ya lo haya hecho individualmente- a todas las personas y momentos que me han colmado de cariño en estas últimas semanas. Porque es importante recordarnos que de todo se aprende y visibilizar también la contentura, para poder repetirla.

A la madre que me parió, aunque ha sido a quien más me ha costado explicarle, me ha acompañado desde el silencio con abrazos y besos. Me he colado en su cama una vez más cuando la soledad no me dejaba respirar. Me ha dado de comer. Hemos salido corriendo al hospital. Cuando por fin he encontrado las palabras, duras y asépticas, ahí ha estado. Por su paciencia. A ella, la primera que siempre está incluso cuando no lo parece. Gracias.

A la caleña que vive con nosotras quien, prefieriendo su espacio y soledad, me ha abierto las puertas de su cuarto. Que me ha recogido del suelo cuando me faltaban todas las fuerzas y era la única persona cerca. Porque ha hecho lo posible por darme mimos. Gracias.

A Julieta y toda su compasión, más de la que yo tuve con ella cuando hace un año estaba en mi lugar. Por venir corriendo a mi casa en bici a pasar una mañana entera. Por todos los burritos. Por recordarme que yo puedo. Por ayudarme a empezar. Por ser el respeto que no me tenía a mí misma. Por estar. Por sacarme a bailar. Gracias.

A Angelita, por sus cientos de canciones, mensajes místicos y memes. Por ver más allá de su carisma y avisar. Gracias.

A la Yopis, por dejarme llorarle a moco tendido recién salida de la selva. Por estar pendiente aunque tenga sus propias mierdas de las que preocuparse. Por ser siempre un rayo de sol y alegría. Por inspirarme. Gracias.

A la mujer con la que me casé. Que me ha escuchado de corazón cuando lo que decía no tenía mucho sentido ni siquiera para mí. Por abrirnos un espacio seguro de nuevo, con lo que implica y todas nuestras diferencias de tiempos (emocionales y materiales). Gracias.

A varias personas del desierto, que desde lejos me han demostrado dunas inmensas de amor:
Quien me ha leído cada pensamiento a diario, permitiendo un espacio libre de juicio para que no estuviera sola con mis ideas. Mandado abrazos cada noche y cada mañana, además de textos y vídeos para acompañar la reflexión.
Quien me ha dicho "te amo" cuando más necesitaba recordarlo.
Quien se ha masturbado conmigo desde Zurich a través de un ordenador.
Quien me ha contestado, en mitad de una boda, dudas teóricas sobre el poliamor. Y ofrecido hablar más en una mejor hora.
Quien me ha mandado fotos de su huerta desde Israel.
Gracias.

A mi antigua pareja, que me ha cuidado con música y ratas durante 3 años en la distancia. Por dejarme hablar sin tener ni idea de lo que pasaba y decirme francamente lo que pensaba. Por hacerme reírme de mí misma y de la vida una vez más. Fue mi primera sonrisa en tres días. Por el punk. Gracias.

A mi espejo, trópico de Cáncer y alma paralela. Por toda la terapia de reestruccturación cognitiva. Por protegerme de mí misma. Por quererme como sólo tú puedes, que es como me quiero a mí misma. Gracias.

A las nuevas relaciones que estoy comenzando, que venía hilando antes de que se hundiera este barco, por la paciencia y el cariño con el que me estáis cuidando. Por no huir de mi miedo a confiar y a la intimidad. Se pasará. Gracias.

A las dos personas que me están coqueteando sin misericordia, también gracias. Porque oye, una tiene además su orgullo y sienta bien saber que no es el fin del mundo ni del erotismo. Y las ganas venían de antes, aquí no engañamos a nadie.

Seguro que me dejo a alguien. La idea es recordar(me) que estoy muy rodeadita de afectos y agradecida por todo este (poli)amor.

19 de junio de 2019

Duele tanto que quema

Desde que te solté, me ha dejado de doler la cirugía. Así de somatizado tenía el dolor de sentir y creer que sólo valgo tanto como el placer que darte podía. Y no era mi imaginación, porque habías repetido en varias ocasiones frases que, amparado en el poliamor, ligaban mi potencial orgásmico a tu compañía.
«Si hay que esperar una semana más para follar, entonces sí que voy a buscarme a otra».
Búscatela, te dije todas las veces, pero no me hagas sentir que es condicional a mi capacidad de satisfacerte.
«Ay, tienes que aprender a entender una broma».
Ya, quizá.

Me duele y quema saber que yo podría haber sido más independiente. Que siempre podrás reprocharme haber pedido demasiado. Responsabilidad versus libertad. Compromiso o autonomía.
Que mi deseo, Eros, quiso ser egoísta y no tenía -a ratos- interés en picotear.
Me duele perder las noches de fiesta en Asilo ligando con otres mientras mirabas.
Me duele dejar de ver tus "me gusta" primero porque Facebook no reconoce ya tu proximia.
Me duele no ser más en quien confías para desahogarte.
Me duele despegarme de tanto dolor al que me había vuelto adicta, por masoquista.
Me duele admitir que yo, también, lo estaba creando al insistir en cambiarte. Cuando claramente, pese a saber que me causabas dolor, tú no querías.
Me duele que me alejes, aunque sepa que es lo mejor.
Me duele ser una más.
Me duele el miedo a hablar. Pensando que no seré creída.

Porque soy yo, finalmente, la que se ofusca si no lleva la razón. La que necesita siempre validación. La que levanta la voz con pasión cuando argumenta. Quien no sabe controlar su emoción. 

Pensé que no aguantaba tanto dolor. Que no cabía en mi cuerpo ni un ápice más. Que me rompía.
Pero era tu maltrato con lo que no podía. Se han erosionado, sin darme cuenta, todos los límites duros y blandos de mi autoestima. No me has pegado jamás, no si yo no quería. Pero muchas veces he pensado: «Si saca su rabia durante la sesión, será más amable conmigo en el día a día».

Me has convencido que nadie me querrá como tú lo harías: «Ojalá encuentres a alguien que te vea a través de mis ojos». Me has dicho más de una vez después de largas ristras de halagos que ni yo misma creía.
¡Cómo no ser dependiente a ese amor que te promete ser mejor que ningún otro!

No más. Dije por fin. Y otra vez me has castigado con tu rabia, rencor e ira. Nos prometimos seguir cuidándonos y -por no querer sufrir más- me invalidas.

Pero estoy rodeada de amor. Me quiero a mí y a toda la gente que me acompaña. A mi madre,  mi hermana putativa, a la mujer con la que me casé, a mi espejo-alma paralela, a las nuevas relaciones que estoy empezando, las amistades de cerca y de lejos, a quien me apoya aun sin tener ni idea y a mi "ex". Gracias.

No te odio. Te ámor. Por eso te deseo que veas, también, a través de la frustración y el dolor.
Y sigo firme en la decisión de estar aquí para ti, aunque sea de otra manera.

No quiero crucificarnos, aunque mi cabeza trate de reprocharme todo lo que podría haber hecho distinto. Escribo para sanar.

Confío en que podemos hacerlo de otra manera. No seguir alimentando la guerra.

4 de junio de 2019

¿Qué hay dentro de un nombre?

¿Qué hay dentro de un nombre? Que lo que llamamos rosa por cualquier otro nombre podría oler tan dulce.
O tan amargo.

Cuando conocí esto del poliamor pensé, como he visto hacer después a mucha otra gente al ser yo quien les explica de qué va esto: «Wow, ¿dónde había estado escondido este concepto toda mi vida? Ahora sí que tengo la respuesta». Fue uno de esos momentos "eureka" en los que me pareció entender por qué no encajaba, y creer que a partir de entonces sería más fácil relacionarme. Visto está que no es tan sencillo. Y esta advertencia se la damos a cualquiera que nos escucha. Parece una revelación ahora, pero poner en práctica esta filosofía es otro cantar.

Llegar a acuerdos, ser honeste y responsable en las relaciones íntimas suena genial; pero en el día a día nos enfrentamos a decisiones complejas en las que no es tan fácil saber qué es lo correcto. Y, sobre todo, en las que "lo correcto" no siempre corresponde a "lo deseado". O en donde la costumbre se lleva la mejor parte y acabamos revirtiendo a dinámicas dañinas para nosotres y quienes nos rodean.

Yo -como a mucha otra gente que nos gusta dárnoslas de interesantes- suelo decir que nunca he sido realmente monógama. Una larga lista de folla-amigos que efectivamente eran buenas amistades con quienes dejaba de acostarme cuando se echaban novia, gente que tenía en "rotación" durante meses, alguna pareja estable a la que engañé y alguna otra con la que intenté tener una "relación abierta", todo bastante lejano de la idea de juntes para siempre en búsqueda de la familia nuclear.

Realmente conocí el poliamor, como término activista, hace algo más de 3 años (en enero o febrero de 2016). En ese momento no entendía que era un activismo. Creo que mucha gente en la comunidad tampoco lo asume como tal. Y supongo que para algunes no es más que una práctica, un estilo de vida o como mucho una identidad relacional. Al fundar Poliamor Bogotá tampoco entendí el alcance de plantear el poliamor como un activismo. Sin embargo lo es. Tiene un enfoque muy educativo en sus espacios, por eso pasa bajo el radar. El poliamor ofrece espacios de auto-conocimiento y de educación en inteligencia emocional. Ofrece herramientas para las relaciones que son universales. Esto confunde.

Sin embargo, el poliamor es sin duda un activismo. Los activismos se definen por marcar el "deber ser", y lo hacen en oposición al "deber ser" hegemónico. La educación, en cambio, muestra la diversidad de opciones disponibles. 

¿Alguna vez has pensado «no soy buen poliamorosx»?

(Que no lo digo yo, os lo dice un meme).

¿Contra qué criterios estabas midiéndote? 

Celos mal, cazar unicornios mal, swinger mal, saberse perfectamente la teoría bien, cuidar a todes aunque no te quede tiempo ni para vivir bien, promiscuidad -depende a quién preguntes...

Si se puede hacer bien, es porque se puede hacer mal. Dividir cositas entre el bien y el mal se llama sistema moral. Y, ¿quién define eso? La comunidad. Creer que nuestra definición del bien y el mal es mejor que ninguna otra es... Bueno, ¿qué te parece a ti que es? 
Estamos creando, querámoslo o no, un sistema moralizante que domina a través de refuerzos positivos y negativos: la culpa, la exclusión, el reparto de afectos y atención, el sentido de pertenencia, etc.

Repetimos como robots en las charlas: «¡Son relaciones a la medida! Aquí no hay una forma correcta de hacerlo, hay muchas». No es verdad. En nuestros entornos privados, en las experiencias que enfrentamos día a día, se evidencia un impulso macondiano hacia promover formas muy concretas de vivir el poliamor que son las que la "teoría" indica además de las más "avanzadas". Está de moda ir, cada día, un paso más allá. Lo que se incentiva en los círculos privados es ser quien más sabe de poliamor, quien más amores libres tiene y menos exclusivos son. Hablar de celos está mal y la jerarquía es caca. La inseguridad, aunque tenga una razón legítima de existir porque vivimos en un mundo hostil o el vínculo pontencialmente haya contribuido a crearla, tampoco.

Lo interesante de esto es que las mismas personas que promueven un poliamor perfecto, inmaculado, impecable y fiel a todos sus principios de desjerarquización, feminismo, no-posesividad y plena conciencia iluminada son individues que están lejos en su práctica de lograrlo. Gente que evidencia en sus prácticas irresponsabilidad afectiva hacia otres, que rompe acuerdos sistemáticamente, que invisibiliza las necesidades ajenas para obtener cobertura a las suyas propias.

Yo, siendo así, cada vez me siento menos poliamor. No soy monógama tampoco, eso está claro, pero me niego a formar parte de un colectivo dogmático y ciego a sus propios errores.

Es lo mismo, pero con otro nombre.