13 de mayo de 2018

ANONIMATO MIGRATORIO

Vivir a medias
Aquí y allí
Siempre extrañando
El trozo de mí
Que dejé en ti.

Vivir por partes
Allá y acá
Dejando pedazos de personalidad
En cada ciudad.

Vivir recogida
Sólo en los recuerdos
O en cuentos
Hilados por momentos.

Vivir, al fin
En palabras
Dichas y escuchadas
Una madrugada.

10 de abril de 2018

A quien me quiera

Primero, ponerme algo que grite dolor. Solo con música podré escribir esto.
Llevo algún tiempo enganchada a las palabras cursis del "Peores Cosas Pasan en el Mar" de The Secret Society. Lo sé, es mierda indie. Me da igual.

Está sonando una antología de Andrés Segovia, porque al final he pensado que lo que voy a escribir merecía algo menos pasajero.

A quien me quiera, quiero decir que lo siento. Que muero o mato por dentro.
A quien me quiera, dedico esto.

Somatizar, patologizar, normalizar, cosificar, instrumentalizar, utilizar, abusar.

Amar.

No entiendo por qué medios, ni si quiera estoy segura que importen, me convertí en lo que soy. No sé y me da igual si le pasa a otras personas. Sólo entiendo el dolor que me produce el aislamiento percibido. Que por causa de mi desconfianza y miedo, en lugar de tender puentes hacia los lugares aparentemente seguros; construyo muros. Fuertes.

Entre ellos, el dolor no desaparece. Pero al menos sí el miedo. Y me creo poderosa, independiente. Ya ni soy dueña de las piedras, que se catapultan solas contra quien se atreva a acercarse un poco más. Las veo volar, me siento incómoda. Encerrada en la torre. Deseando rendirme a la vez que preparo el aceite hirviendo. Pienso en tirarme sabiendo que nunca lo haré y me odio por ello. 

Desconceptualizo las emociones para tener una excusa racional a mi frialdad. Pero ni yo me lo creo.

A quien me quiera, sigue intentándolo. En algún momento el muro cede. O eso espero.

4 de abril de 2018

Guapa

El asco que me da que un viejo me diga «guapa» por la calle mientras invade mi espacio personal es inversamente proporcional a mi capacidad de intimar emocionalmente con hombres cisgénero heteronormados.

Con cada violencia adicional, se acumula la desconfianza. La desgana, el miedo o el desinterés incrementan a medida que el patriarcado me somete una y otra vez a sus opresiones sistémicas ejercidas mediante bocas desdentadas, desde cuerpos ajados y con peste a vicio.

No es, aunque lo parezca, la envoltura lo importante. Sino la determinación que los años otorgan a estas gentes lo que resulta insoportable. Esa brecha generacional lava su conciencia, permitiéndoles ser, si cabe, más coercitivos.

En entornos seguros, respondo al señor incómodo que dice «niña bonita» un brusco: «señor feo». Pero no siempre se puede arriesgar. Y callar a veces quema. En el orgullo, en la autonomía, en la identidad.

MUERTE AL VIEJO VERDE.

3 de abril de 2018

Entre el deseo y la necesidad

Hay una brecha abismal entre la necesidad de experimentar satisfacción sexual y el deseo de poseer un capital sexual que conlleva inevitablemente a la obtención de una cierta cantidad de poder social.

La primera, totalmente válida, es una necesidad que se puede auto-satisfacer sencillamente con la frecuencia requerida. Sin prejuicio a la salud por ser meramente recreada de forma autónoma.

En cambio, el deseo de ejercitar la satisfacción de esa misma necesidad de forma social, copular, entre dos o más personas, incluye una fuerte carga cultural. Adiciona varios refuerzos que se han positivado a través de muchas fuentes distintas y a la larga se resumen en: la persona que logra consumar es mejor que aquella que no.

(Si no me crees, piénsalo desde el punto de vista evolutivo. Jodidamente simple).

Esas personas con la capacidad de interesar para el ejercicio de actividades sexuales al mayor número de personas son quienes poseen las cualidades que normativamente se consideran atractivas. Por ello, lograr consumar implica un aprobado en el sistema como persona válida según los cánones establecidos de belleza, inteligencia, habilidades sociales, neuro-capacidad, estatus quo, sentido de la moda, etc.

El conflicto -disonancia, surge cuando tú, alma en proceso de [de]construcción, vas y echas un polvo, ¿cómo te afecta? ¿Te valida? Seguramente. ¿Cómo disfrutas de un proceso inherentemente -físicamente- placentero sin caer en las garras del vacuo credencial que te aporta haber ganado puntos como persona socialmente validable?

Eso, sin empezar a hablar siquiera del meollo emocional.

Edit:
Tras una breve pero intensa charla con mi dios particular -ese gurú/terapeuta CBT/amor que todas deberían tener- incluyo algunas conclusiones más.

1. El deseo no es malo per se. Se puede desear sin necesitar.
Aunque esto parezca una obviedad, ojo a la lógica formal de la frase. Un deseo es más que una necesidad. Por tanto, los deseos no solo se quieren sino que se construyen como falsas necesidades. El detalle para desvincular el "daño" de un deseo sería, por tanto, reconocer que es algo que no necesitamos. "Me hace sentir mejor pero no necesito sentirme mejor".

2. Aceptar todos los deseos como igual de válidos. No es superior el deseo de destacar académica/laboralmente al deseo de comer algo delicioso o de recibir placer sexual. Todo deseo proviene del mismo lugar. Controlarlo, reprimirlo, negarlo genera frustración y ansiedad. 

3. [La ilusión de] control no es inherentemente mejor al logro responsable del deseo.

25 de marzo de 2018

El bulo de la igualdad

Comenzaré por aclarar que este, como muchos otros de los textos aquí, no será un escrito sobre feminismo. Aunque tangencialmente incumbe al tema.

Explicaré además, ya que no lo he dicho antes, que para mí la palabra POLIAMOR puede y debe emplearse para reivindicar todas las no-monogamias consensuales (sí, hasta el repudiado estilo de vida swinger, si me apuras). Por la misma razón que la lucha por derechos LGBTIA+ se fortalece mediante la unión de sus diferentes facciones. El poliamor se beneficia mucho más de presentar un frente conjunto que de la división constante de colectivos que reivindican la diferencia entre la anarquía relacional y el poliamor [jerárquico, igualitario, no-mixto, ¿vegano?].

Creo que esos debates son fundamentales, a nivel teórico y para la construcción colectiva e individual de las relaciones. Pero en la escala macro-social de las cosas, a nadie le importan. El sistema heteromonogamocisnormativo no se va a parar a escuchar a tropecientos colectivos distintos. Por eso, incluso una sola identidad como la palabra QUEER podría reivindicarnos a todes. Pero divago. El punto es que me referiré al poliamor como término inclusivo a la NMC.
Y añadiré que, por mucha rabia que nos de la moda del término, es algo que desde la perspectiva del activismo nos favorece.

Ahora sí, al grano.

He notado con cierta preocupación un patrón de ingenuidad en la comunidad poliamor. Algunas personas ya leídas e instruidas sobre el tema -pues no es un secreto que para entender de qué va esto hay que hacerse un mini-master en textos de Golfxs, la Vasallo, Ética Promiscua, etc.- demuestran estar firmemente convencidas en que el poliamor implica llegar automáticamente a un nirvana de igualdad o equidad.

Y, pues NO.

Hay muchos artículos mejores que este que explican la inmensa carga sociocultural con la que entramos al poliamor. Aquí un resumen y aquí la versión extendida de Natàlia Wuwei que hablan de todo esto. Este otro de Coral Herrera también trata sobre el tema.

Las jerarquías de poder humanas son algo que pocos necios se atreverían a negar. Existen desde la Edad de Bronce. Sin embargo, muchas personas insisten en cargar al poliamor -y todos sus espacios contiguos- con la responsabilidad de ser más y mejor que el resto de entornos sociales. ¿Por qué? ¿Mediante qué hechizos tendría que ser repentinamente disuelta una estructura de 5.000 años de antigüedad? ¿A caso estas personas caen en el mito de creer que son superiores al resto de mortales y -simplemente por declararse poliamor- se libran de los vicios del resto?

Verdaderamente, no lo comprendo. La Vasallo lo llora y grita mil y una veces. Pero nadie escucha. En el poliamor no basta con declararse serlo y ya está. Cruzo la puerta del armario y he llegado a un mundo mágico donde todo lo que odiaba del anterior deja de existir. Si yo no me trabajo las cositas, si no nos trabajamos todes esas mierdas ligadas a las estructuras de poder, siguen ahí. Dentro de nuestros espacios tan seguros y especiales. En nuestras relaciones.

Más aún, asumir que deberían desaparecer por arte de birlibirloque le hace un flaco favor a la comunidad. Ya que presenta un argumento falaz, pensando que si se cuelan estructuras de poder en los entornos seguros es por obra y causa de personas concretas exclusivamente.

Este comportamiento evita preguntas interesantes como: «¿Qué podemos hacer para resolver esto?» E insiste en preguntarse: «¿Quién no está cumpliendo el ideal?» o «¿Quién es culpable de que esto exista?» como si encontrar al chivo expiatorio pudiera solucionar un problema estructural.

Por supuesto, existen personas a quienes es necesario señalar por abusos reiterados en la comunidad.

Sin embargo, al hacerlo nos olvidamos de que todes ejercemos poder sobre otras personas y tenemos la capacidad de oprimir. Si nos olvidamos con una expulsión cada cierto tiempo de nuestro propio lugar en la jerarquía, y de cuestionar en momentos de calma cómo funcionan estas dinámicas, seguirán reproduciéndose inevitablemente.

Fuera, y dentro de nuestro sagrado poliamort.

Yo, además, meto el dedo en la yaga repitiendo lo que dice Coral. Muy difícilmente vamos a desmontar en dos o veinte décadas lo que lleva ocurriendo doscientas. Intentarlo está bien, está genial. Pero me resulta mucho más interesante tratar de utilizar mi privilegio y mi lugar desigual en la jerarquía de forma positiva que intentar negarlo constantemente. El esfuerzo por acabar con la existencia de estas estructuras es válido, pero debe comenzar por aceptarlas en nosotres mismes. Es imposible cambiar un sistema que forma parte de ti negándolo.

Por ello, creo más práctico y realista lograr que aquellas personas con poder sobre mí (hombres, gente con más capacidad económica o personas neurotípicas, por ejemplo) colaboren y soliciten lo necesario para hacer posible mi inclusión y acceso a derechos y privilegios; que la demanda de que estas personas automáticamente se encuentren en el mismo escalón social que yo.


Mi inspiración:
«Pero... Si creemos en la anarquía relacional, ¿no deberíamos ser todes iguales?»