4 de diciembre de 2018

La guinda del poliamor

Traduciéndole a un amigo entradas de este blog he caído en cuenta que a veces no hago más que quejarme del poliamor. Como si no fuese mi elección.

Así que en honor a la buena racha en la que estoy (¡que dure!), y a la justicia, voy a a contaros algunas de las razones por las que -según mi madre- me complico así la vida.

Lo primero es que no podría ser de otra manera. No he sido monógama nunca. Siempre me sentí más cómoda en relaciones donde se sobreentendía la no exclusividad, incluso si eso significaba prescindir del compromiso y los cuidados. Jamás imaginé mi propia boda. En el par de relaciones de larga duración exclusivas que he estado, he engañado o me he sentido frustrada. Y, qué bonito es poder hacer lo que te pide el cuerpo-mente-espíritu sin sentirse culpable o atada por una moral cisheteropatriarcal y judeocristiana instaurada para castrar el deseo erótico femenino.

También, que compartido el amor se multiplica. Pocas cosas retroalimentan tanto mi ciclo de vulnerabilidad y fortaleza como conversar, con las personas que amo, sobre nuestras otras relaciones y los deseos ajenos ese vínculo. Es un ejercicio de intimidad y confianza. Aprendo a entender mis relaciones más allá de la pareja, viendo como personas que no siempre conozco enseñan a mis amores a querer más y mejor. Desarrollando afectos por gente que cuida a quien yo quiero, porque hacen felices a quienes me hacen feliz. Y, si tengo la oportunidad de conocer a estas personas, se expande mi propia red de afectos.

Me deconstruyo las inseguridades poquito a poco. Si mi amor desea a una persona admirable, hermosa, exitosa según todos los parámetros sociales, inteligente y capaz me cuestiono si puedo elegir entre envidiarla o desearla yo también. ¿Hay espacio en sus afectos para las dos? ¿Es realmente una competición? ¿Qué dice de mí que le gusten las personas así? En 3 años de poliamor he aprendido más sobre gestión emocional y manejo de mis propias emociones que en los 25 años de vida anteriores. La no monogamia consensuada es un doctorado en educación sentimental. Si quieres, claro. Las herramientas están ahí, puedes tomarlas y construir cada vez relaciones más saludables o volver esto una excusa para el consumo indiscriminado de cuerpos. Pero haberlas haylas.

Después está la visibilización de mis vínculos no sexuales. Desde la posición de una persona itinerante, independiente e hipersexual, el reconocimiento de mis relaciones no eróticas como parte esencial de mi red de cuidados ha representado un cambio de paradigma fundamental para sentirme anclada a una estabilidad emocional y afectiva.

Y, por fin, la comunidad que existe alrededor. Una comunidad que me nutre y alimento yo de forma recíproca con nuestras experiencias. Porque andar un camino que no está trazado es más fácil si sigues la senda de quien va delante.

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