6 de diciembre de 2016

Rosas Rojas

Como mujer medianamente atractiva (perdón por la falta de humildad así de entrada), con la gracia adicional de ser extranjera en una tierra en la que eso se precia sobremanera, no ha habido escasez de pretendientes -serios y transitorios-.

La primera diferencia, de entrada, entre un tío español y un man colombiano se da en que estos últimos asumen que te vas a sentir halagada por su atención. Por supuesto, hay babosos en todas partes, pero la coquetería generalizada con la que las mujeres aquí suelen responder a los halagos ha generado un imaginario ficticio en los hombres de que esto es lo que gusta. Y no. No estoy culpando a la hembra, sino al constructo socioeducativo que le enseña a responder siempre sonriente y remolona a cualquier piropo a pesar de no ser deseado. Una de las principales quejas de la mujer colombiana es lo mucho que los hombres "endulzan la oreja". Mucho ruido y pocas nueces, vaya. O que en el WhatsApp todas somos "princesas hermosas de la boca de fresa", pero en el trato hay una inmensa carencia de cuidados reales y sentidos.

Como una no es de barro, a pesar de la brecha cultural quedo a tomar cafés y lo que surja con aquellos de los interesados con mejor hoja de vida (léase CV en España). El resultado cada vez es una terrible frustración entre la persona que siento que se impone externamente y lo que a mí me gusta realmente y me hace feliz. Un papel al que sería demasiado fácil amoldarse si no fuera tan inequitativo que hace rechinar mis ovarios.
Nunca me he considerado particularmente feminista. O al menos nunca he sido activista del feminismo más allá de salir a la calle sin depilarme en pantalón corto. 
Pero es que aquí hierve la sangre.
No es que no me gusten los halagos, a nadie le amarga un dulce. Pero deja de llamarme bonita y empieza a llamarme inteligente, valiente, fuerte. No me abras la puerta del coche como si fuera inválida, no estamos en el S. XIX (¡por suerte!). Si no puedo invitar de vez en cuando, voy a empezar a pensar que me crees incapaz de valerme por mi misma.
Ante todo: no me vuelvas a decir que estás a favor de la equidad de género pero el feminismo no te convence por A, B, C y D.

Feminismo = Equidad de género

Le hemos puesto el nombre nosotras y la lucha la damos las mujeres porque somos el colectivo históricamente oprimido. Decir que el feminismo impulsa políticas o visiones que pueden llevar a la opresión del hombre es dar el mismo discurso absurdo que los impulsores del lema #alllivesmatter ante la opresión negra en EEUU cuando salieron a la calle con su eslogan #blacklivesmatter. La lucha de los oprimidos la deben dirigir y coordinar ellos mismos, las políticas de discriminación activa son una medida correctiva pero insuficiente que nunca podrá paliar los cientos de años de heteropatriarcado dominante y abusivo.
Si no te gusta el nombre, te aguantas. O te informas, que tampoco vendría mal.

Si tenemos un debate sobre este tema, me cabreo y después me llegan unas rosas rojas no haces más que despertar la ira ancestral de miles de mujeres muertas. ¿Flores? ¿De verdad? Porque a todas las mujeres nos encantan. Porque somos tan volátiles y superficiales que con un regalito se nos suaviza el carácter. ¿Porque en el fondo me voy a dar cuenta que me he enfadado por nada y lo que quiero/necesito es un hombre que me consienta?
VAS LISTO.

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